Ernesto Sabato: Antes del fin

Entre los grandes novelistas latinoamericanos del siglo XX Ernesto Sabato (Buenos Aires, 1911-2011) ocupa un lugar muy especial por la intensidad y complejidad de sus obras –El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974)– en las que se abordan con valentía y honestidad (sin ningún tipo de alarde técnico o de pirotecnia verbal) problemas tan importantes como el destino del hombre o el sentido de su existencia. Recibió el Premio Cervantes, el más importante de la literatura en idioma español, en 1984, cuando ya había comenzado a quedarse ciego. Más de diez años después, tras un largo silencio, Sabato publicó Antes del fin. Memorias (Seix Barral, 1998), una especie de testamento literario escrito “sobre todo para los adolescentes y jóvenes, pero también para los que, como yo, se acercan a la muerte y se preguntan para qué y por qué hemos vivido”.

Dividido en tres partes y un epílogo, el libro va pasando revista a los momentos más importantes de la vida del autor, desde la niñez pasada en un pequeño pueblo argentino (el molino harinero del padre, las pesadillas infantiles, la temprana inclinación a las artes y las letras) hasta las aún recientes y dolorosas desapariciones de su esposa Matilde (compañera y apoyo por más de sesenta años) y su hijo mayor Jorge Federico, sucesos que le dan un tono nostálgico y triste al conjunto: “sobre mi escritorio puse una fotografía de Jorge, y ahora lo miro con la añoranza de un abrazo que me parte el pecho. Cómo querría volver atrás el tiempo. ¿Cuándo acabará este peso agobiante y absoluto?” (p. 167).

Parte importante de este recuento vital es el período de formación académica de Sabato, de su juvenil militancia política –primero anarquista y después comunista– y la profunda decepción que le produjeron los crímenes del estalinismo. Una decepción que lo condujo hacia el campo de la ciencia, llegando a obtener un Doctorado en Física y a trabajar en Massachusetts Institute of Technology en Boston. Nuevas decepciones y una crisis personal le hicieron abandonarlo todo para seguir su vocación literaria. Todo esto está contado sucintamente en el libro, así como la difícil relación de Sabato con los intelectuales del grupo “Sur” (Borges y Silvina Ocampo entre ellos), su amistad personal con el poeta Leopoldo Marechal y hasta un fugaz encuentro parisino con Cioran.

Reconocido ensayista, tanto por su estilo aforístico como por sus personales puntos de vista, Sabato reflexionó sobre temas tan diversos como el progreso, la mujer, el tango, o la creación artística. Algunos de aparecen en estas páginas, aunque con el tono nostálgico y enfáticamente pesimista de sus últimos textos, cada vez más preocupados por el destino de la humanidad en general y especialmente de los más débiles e indefensos. Como sucedió con Heinrich Böll en la Alemania de posguerra, Sabato se convirtió en el mejor representante de la conciencia pública en su país, en una especie de profeta bíblico que debía hacer oír su voz ante cualquier abuso o injusticia. De ahí que fuera escogido en 1983 para presidir la Comisión encargada de investigar sobre los desaparecidos durante la dictadura militar argentina.

Sabato asumió plenamente este papel y estuvo siempre atento a los problemas sociales más actuales: la desocupación, la destrucción de la naturaleza, la desesperanza que comienza a generalizarse entre los jóvenes. Por eso no dudó en sacrificar la calidad literaria de Antes del fin, básicamente un libro de memorias, para convertirlo casi en una arenga especialmente dirigida a los más jóvenes: “Sí, muchachos, la vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla... Solo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”.