Fernando Vigil
Eres un miserable
La terapia anti crimen aplicada con éxito en países desarrollados
Nuestras autoridades deberían entender que el problema de la delincuencia no surge a raíz de la pobreza o los problemas económicos, o al menos no en gran medida. Hace más de un siglo la pobreza era el rasgo característico de todos los hombres en el mundo y había menos delincuentes, sin embargo hoy somos menos pobres que antes y la delincuencia se ha incrementado. La explicación es simple: cada vez existen más personas que le han perdido el temor a la ley porque se ha roto el principio de autoridad, y a razón de ello están dispuestos a afrontar casi cualquier riesgo con tal de salirse con la suya y burlarse de la ley, pues para el delincuente la ley es un reto que tiene que superar a toda costa. A esto debemos agregar que económicamente los costos de cometer un delito son relativamente bajos para el infractor de la ley.
No basta con endurecer nuestras leyes y tener más cárceles donde hacinar a los reos y seguir “educándolos” gratis en el delito. Para nadie es un secreto que las cárceles hoy en día se han convertido en “universidades del crimen”.
Por eso, la solución debería ir más allá y centrarse en la educación y la práctica de valores desde el hogar, enseñándoles a los hijos que violar las leyes y enfrentar a la autoridad es una mala opción que, a la larga, los convertirá en individuos despreciados por la sociedad. Pero ésta labor educativa también debería darse en las cárceles, principalmente en las prisiones juveniles y primarias, al igual que hizo la mayoría de países nórdicos, que hoy tienen un bajísimo índice de criminalidad.
En esos países, sus autoridades –funcionarios de primer nivel– saben bien que los delincuentes rara vez comienzan a violar la ley en la etapa adulta. Saben que es en la adolescencia, y a veces en los albores de la pubertad, cuando los hombres inician sus carreras delictivas. Ante este hecho evidente, vuelcan todos sus esfuerzos en re-educar a los delincuentes juveniles con un método efectivo. Se trata de una “terapia anti-delictiva” desarrollada en las cárceles norteamericanas de menores por el psiquiatra William Glasser.
Dicha terapia no se concentra en buscar explicaciones sociales del comportamiento criminal –que son solo pretextos para victimizar al delincuente– sino en convencer al potencial delincuente de que es un MISERABLE y que la sociedad lo desprecia y lo repudia por lo que hace. Aunque suene duro, con esto se logra que el joven criminal se avergüence de su comportamiento y que los mecanismos psicológicos de su autoestima se activen para convencerlo de que tiene que andar por el camino correcto del respeto a la ley.
Quizás sea el método más efectivo que existe para impedir la aparición de criminales adultos y el uso de sicarios juveniles, tan de moda en nuestros días. Los resultados se ven en el largo plazo, pero por algo tenemos que empezar. Por ello, las políticas públicas en materia de seguridad ciudadana deberían incluir la aplicación de la “terapia anti.delictiva” que tan buenos resultados da en las naciones más prósperas del planeta.
Por: Fernando Vigil (@fernandovigilr)
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