Eduardo Zapata

Entremés

Entretenimientos perversos en una sociedad libre y democrática

Entremés
Eduardo Zapata
29 de mayo del 2019

 

Recién a mediados del siglo XVI la palabra “entremés” adquirió su definitivo sentido de “pieza jocosa y breve intercalada en un acto público”. De hecho, nos lo recuerda Corominas, su origen latino aludía ya a “entretenimiento”. Pues bien. Sea cual fuese la datación exacta de su etimología y la extensión de su significado, el asunto es que el denominador común matriz de la acepción de entremés fue aquel del entretenimiento.

Y las etimologías resultan iluminadoras en ciertas circunstancias políticas. Como la que hoy vivimos a propósito de la pregonada reforma política. Confieso que desde la época de Don Manuel Prado no escuchaba la expresión “Junta de Notables”. Me perdonarán si no resulta clara mi memoria, pero esta suele ser frágil y —además— los “notables” han ido más bien escaseando en los últimos tiempos.

Pero retomemos la etimología. Una de las acepciones que insinuaba un entremés —lo dijimos— como anticipo de algo más importante. La otra acepción, la que ha quedado y hoy vemos claramente a propósito de la reforma política, consagraba la simple sinonimia entre entremés y entretenimiento.

Pero una reforma que se plantea —se ha dicho por allí— como “nuestra mejor cara al Bicentenario” y olvida que el voto debe ser facultativo y no obligatorio resulta en verdad poco democrática. Para no aludir a la tribunera paridad y alternancia de género, que es negación de toda meritocracia y particularmente menoscaba el mérito de la mujer peruana. Y bueno, podríamos seguir. Pues la gente no quiso bicameralidad, pero allí está; como también quiso menos congresistas, pero hay más. Y ya sabemos además el daño que ha ocasionado la fragmentación casi ad infinitum de los movimientos políticos locales. Casi, casi, un movimiento un candidato presidencial. Por fortuna tenemos gente harto preparada para ejercer la primera magistratura de la Nación: basta con ver los resultados de la prueba PISA y la “formación universitaria” de nuestros jóvenes.

Ya los especialistas se han encargado de subrayar más vacíos en la propuesta. De modo que nos queda el entretenimiento. Pues si queremos rescatar el otro sentido etimológico —aquel que anunciaba un nuevo amanecer para el Bicentenario— tal vez este haya sido explicitado descarnadamente. El poder de un lado —impertérrito y ahora sí sin trastienda— y el Estado como encomendero de lo que ese poder decida. Ya tienen su presidente, sus ministros, su Tribunal de Garantías Constitucionales, su Poder Judicial, su Fiscalía, su Policía Nacional ad hoc… ¿Para qué más? Pajes y ujieres incluidos. Sus atentos y fieles servidores, con o sin Congreso.

Quién sabe a esto llamaban transparencia algunos. Figuritas montadas para escena cada cierto tiempo, y productores y directores perpetuos en la oscuridad del espectáculo. En cualquier caso, entretenimiento. Ciertamente uno más perverso que el otro para los que aspiramos a una sociedad libre y democrática.

 

Eduardo Zapata
29 de mayo del 2019

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