Dante Bobadilla
En busca de los valores perdidos
Políticos e intelectuales han perdido la noción de Estado de derecho
Otra vez discutimos sobre la pena de muerte abolida en 1979. Nos encanta discutir lo mismo una y otra vez. Como casi todo en este país, se trata de otra reacción histérica. Vuelvo a leer los mismos relamidos argumentos que van desde versículos bíblicos hasta estadísticas, incluyendo la opinión de ilustres desconocidos citados como gurús. Vamos por partes. Sustentarse en estadísticas para estos temas es producto del vicio barato de otorgarle prevalencia a la metodología antes que a la epistemología. Ya hay suficientes barbaridades sustentadas en estadísticas como para defender al mismísimo infierno. Dejémoslo allí.
En concreto, no existe una sola razón que sustente la pena de muerte. Todo lo que se dice son burdas excusas para justificar las pulsiones más primitivas. No hace ninguna falta que el Estado caiga en la barbarie de la ejecución para contener a un delincuente, pues basta confinarlo en la cárcel. Sostener que la pena de muerte es “disuasiva” no es más que ignorancia. No solo la pena de muerte no es disuasiva, sino que en realidad ninguna pena lo es. Entiéndalo bien: ninguna pena es disuasiva. Nadie se fija en las leyes antes de cometer delitos. Basta de afirmar boludeces. Los delincuentes no disminuyen porque haya penas, existen por cuestiones propias de la naturaleza humana y cultural.
Es absurda esa actitud infantil de los congresistas y ciertos opinólogos de creer que pueden solucionar todos los problemas con una ley con más penas. Un político debe entender que su ámbito de acción política es el aparato público, no la sociedad. Los problemas de naturaleza sociocultural no se arreglan con leyes o más penas. Eso es solo un circo político que sirve para quedar bien con los electores, pero no resuelve absolutamente nada. ¿De qué han servido el Ministerio de la Mujer y todas las leyes sobre feminicidio y otras normas sobre la mujer? De nada.
Lo que veo en este país es una pérdida total de valores. Pero no solo por miserables que violan infantes o se aprovechan de las niñas y adolescentes en la escuela, la iglesia o el cuartito de esteras. En el otro extremo están políticos e intelectuales que han perdido toda noción de Estado de derecho, civilización, progreso social y cultural, y hasta el criterio más elemental. Descienden a niveles burdos equiparando el aborto con la pena de muerte. Forman parte de los fanáticos de la fe que en aras de valores abstrusos como “la vida”, defienden dogmas en desmedro de las mujeres, que son los seres reales a proteger.
Lamento que se aproveche la discusión sobre la pena de muerte para meter de contrabando el aborto. Se trata de dos escenarios absolutamente diferentes. El aborto pertenece al ámbito de la vida privada de las personas, mientras que la pena de muerte es una acción pública del Estado. Es imposible legislar sobre la vida privada. Las leyes draconianas contra el aborto solo han conseguido empeorar los problemas de la mujer. Equiparar a la mujer que aborta con un criminal es una lamentable pérdida de criterio y dimensiones que solo es posible por el fanatismo en una “ideología de la vida”, que no tiene nada de ciencia ni de valores sino de pura idolatría.
La gente suele ignorar la realidad para seguir sus ideas y emociones. No solo es propio de los delincuentes que ignoran los valores culturales y las leyes al actuar, también de los políticos que prefieren guiarse por sus emociones, indignación, creencias y buenas intenciones para legislar al margen de la realidad. Tenemos un Estado precario que fracasa en todos los frentes, un Poder Judicial ubicado entre los más corruptos del tercer mundo, una fiscalía que no ofrece garantía alguna. ¿Y a ese Estado fallido quieren darle la facultad de asesinar ciudadanos? Increíble. Perdonen que lo diga así, pero eso me parece una estupidez. Lo que veo es que este país, que permanece básicamente en la Edad Media, parece avanzar en el sentido inverso de la historia, rumbo a la Edad de Piedra.
Dante Bobadilla
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