Jorge Varela
El valor de la palabra en Boric
Lo inaceptable en el discurso político
Henri Bergson desconfiaba del lenguaje y de su capacidad para expresar la realidad. Según él, la palabra podía engañar y distorsionar cuando se utilizaba de manera inadecuada o imprecisa. Bergson cuestionaba la validez del lenguaje como instrumento de conocimiento, no como medio de comunicación y socialización entre los seres humanos. En palabras de Pedro Chacón Fuertes, autor del libro "Bergson o el tiempo del espíritu" (Editorial Cincel, España, 1988), Bergson declaraba su antipatía por el "homo locuax", cuyo pensamiento, cuando piensa, no es más que una reflexión sobre su palabra.
Y el verbo se hizo carne
Desde tiempos remotos, el lenguaje ha sido una herramienta poderosa en manos de los seres humanos. El verbo se ha encarnado en el hombre primitivo, en profetas, sacerdotes, brujos y chamanes, y luego en oradores, políticos, escritores y malabaristas de la palabra. Actualmente, el orador fogoso se puede encontrar en la tribuna política, en el parlamento, en el púlpito o en la calle. Reconocer al buen orador es tarea de la multitud, quien le premia con aplausos estridentes, entregándose extasiada a sus mensajes, llamados y promesas, aunque sea de manera temporal.
La relación erótica entre orador y pueblo
Entre orador y pueblo se establece una conexión intensa y a menudo fugaz que excede el ámbito de la seducción intelectual. El ex-presidente de Ecuador, José María Velasco Ibarra, tenía una frase que lo retrataba a la perfección: “dadme un balcón y seré presidente”. Pero, ¿qué ocurre con el poder en esos momentos de éxtasis y delirio intenso? ¿Dónde reside? ¿Quién lo detenta cuando se da esa comunión tan deseada entre pueblo y orador? Mientras la muchedumbre se retuerce de entusiasmo, acompañando con pasión la utopía del líder que apunta a sus sentidos, esa energía vital surgida del espíritu se mueve, grita, vocifera y corea el nombre del caudillo que yace complacido y exhausto en el escenario. Luego, ambos amantes despiertan y retornan cansados a la realidad de cada día como si nada hubiera ocurrido entre ellos: el tránsito desde aquella breve y casi furtiva relación al abandono e incluso a la traición es de corta distancia.
Las consideraciones expuestas adquieren un explícito sentido orientador analítico-crítico aplicable a situaciones específicas del acontecer histórico-social. El académico Carlos Peña ha observado en el gobernante chileno Gabriel Boric contradicciones de marca mayor merecedoras de estudio. Según Peña, uno de los rasgos más incómodos de Boric es su cambio radical de opinión o de posición sin reconocer su responsabilidad por sus dichos previos. En política, lo que se dice o hace no es inocente y tiene consecuencias, por lo que pretender que hay una cesura entre el discurso y lo que él produce en la vida pública no es aceptable. “Si lo único que importa en política son los resultados, a la luz de estos últimos valdría tanto ser frívolo como serio, sería lo mismo ser estudioso que ignorante, atender a las consecuencias previsibles de lo que se dice o hace como ignorarlos deliberadamente” (“Cambiar de opinión”. El Mercurio, 29 de marzo de 2023).
Una promesa de reflexión sin sustento
Tras ser remecido por el impacto de los últimos sucesos, Boric dijo que es importante reflexionar sobre nuestras acciones pasadas”, en un intento desafortunado de esquivar la responsabilidad. Esta declaración permitió al periodista Juan Ignacio Brito escribir: “Gabriel Boric parece creer más en el valor de las palabras, los gestos y las señales que en la fuerza de los hechos”. Si su promesa de reflexionar es sincera, debe llevarlo a tomar decisiones concretas basadas en un análisis profundo de su conducta. Brito argumenta que Boric necesita cuestionarse verdaderamente y actuar en consecuencia, un ejercicio difícil que demanda virtudes como la prudencia y la humildad, que aún no ha demostrado.
Brito también destaca que el mandatario debe reflexionar sobre su postura ante la violencia y el deterioro institucional, ya que su tolerancia hacia el uso ilegal de la fuerza y su apoyo al desgaste institucional explican muchas de las dificultades que enfrenta actualmente en La Moneda. La reflexión debe llevarlo a replantear su uso constante del conflicto para la obtención de sus objetivos políticos. En el pasado, Boric ha recurrido a la exacerbación de las contradicciones sociales, la agudización de los conflictos y la auto-exaltación moral, por lo que una reflexión seria debería conducirlo hoy a criticar ese modo de operar divisivo.
Boric debe comprender que su contribución al desprestigio institucional, la falta de respeto por la autoridad y el clima odioso ahora le dificultan hacer su trabajo. Como dijo Bergson: el pensamiento del ‘homo locuax’, cuando piensa, no es más que una reflexión sobre su palabra. En este caso, Boric debe tomar medidas concretas en lugar de solo pronunciar palabras vacías.
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