Dante Bobadilla
El tonto y el más tonto
La fallida alianza de PPK con el más tonto de los Fujimori
Hace rato que dejé de molestarme e indignarme por la política peruana. Sé muy bien lo que es y ya nada me sorprende. Por eso mismo me extraña ver ahora tantas caras de sorpresa y poses de indignación de última hora. Parece ser que hay gente que necesita que el tren lo atropelle para darse cuenta de que existe.
A ver ¿de qué se sorprenden? ¿Acaso no sabían que PPK era un lobista que hace negocios al más alto nivel, es decir, con empresas transnacionales y con proyectos gubernamentales? ¿No sabían que es ciudadano norteamericano, que vive en EE. UU. y que solo viene como un turista político cada vez que los nombran en un cargo público o quiere postular a la presidencia? ¿No sabían que su partido es un vientre de alquiler pagado por amigos ex toledistas ansiosos de volver a saborear el poder? ¿O creyeron que solo quieren servir a la patria?
Y lo mismo se podría decir de Alejandro Toledo, un borrachín sin escrúpulos de quien se sabía todo antes de ser elegido presidente: negó a su hija, se birló el millón de dólares que Soros le dio para la marcha de los cuatro suyos, era un mentiroso y posero patológico, falsificó firmas para su partido y fue encubierto por la mafia, etc. Todo un prontuario de conocimiento público, y sin embargo votaron por él. ¿Cuál es la sorpresa de que resultara un ladrón?
Y otro tanto podríamos decir de Ollanta Humala, un sujeto de tenebrosos orígenes subversivos, con un entorno familiar medio patológico y apuntalado como candidato por una evidente mafia de conexiones internacionales. Ollanta llegó al colmo de ser un tránsfuga de su propio partido, pues cambió no una sino dos veces sus principios políticos. Sabíamos que Ollanta era un monigote sin guía y que su esposa carecía de escrúpulos por el poder. Pero lo eligieron.
No debemos sorprendernos pues de PPK. Tampoco extraña que caiga en desgracia, si tuvo la torpeza de entrar al poder con la pierna en alto, tratado de pechar a la mayoría del Congreso. Tampoco sorprende que termine embarrado luego de cargar en brazos al infante inmaduro de Kenji, cuyas limitaciones mentales saltan a la vista. ¿O es que tampoco eso ven? Hay que ser muy tonto para pretender gobernar en contra de la mayoría del Congreso y para hacer una alianza con el más tonto de los Fujimori. Era una alianza entre el tonto y el más tonto. ¿Qué podía salir mal? Todo.
PPK no tenía forma de gobernar con las actitudes y estrategias que eligió desde el inicio. Hoy no cabe otra cosa que su renuncia, pero conociendo lo tozudo que es, probablemente tendremos que vivir otra faena parlamentaria para echarlo del poder. Hasta el pobre Borea anda chamuscado, y ya no va a poder encandilar al auditorio.
Luego de vacar a PPK toca desaforar y llevar ante la justicia a la banda de los Avengers, liderada por Kenji, para que nunca más aparezcan por la política. También debemos hacer cuentas con todos los que prefirieron apoyar a PPK solo por sus enfermizos odios contra Keiko. ¿Hasta cuándo hay que tolerar a esta plaga de fanáticos zombis comecerebros que viven odiando e insultando a Keiko? ¿Y cuál es la razón? Ya es hora de enfrentar a estos dementes que han sido envenenados por el discurso de odio de la izquierda, engañados por los mitos y mentiras que ha urdido la caviarada y que propaga el progresismo en las redes, reclutando a la chiquillería ignorante que vive repitiendo los cuentos de los rojos.
El expediente de culpar de todo al fujimorismo ha caducado. Es hora de que los odiadores de campaña también empiecen ya a pagar sus culpas. Ahora mismo, la prensa mermelera cómplice de PPK se ha dedicado a fustigar a Fuerza Popular en vez de pedir disculpas por su propio proceder político. Hay que curar a este país del odio antes de corregir el escenario político, porque de lo contrario volveremos a repetir todo nuevamente.
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