J. Eduardo Ponce Vivanco
El sistema internacional en ruinas
Cuando más necesitamos que funcione…
El desastre del coronavirus ha puesto en evidencia la “pandemia política” que lo precedió y que dejó al sistema internacional en el estado en que se encuentra precisamente cuando el mundo más necesita de la cooperación y de las instituciones que la ofrecen a fin de poder combatir un enemigo global y devastador.
Esa otra pandemia se originó cuando el Presidente Trump se propuso que Estados Unidos vuelva al aislacionismo y renuncie al liderazgo internacional que tuvo desde la victoria aliada en la II Guerra Mundial. Uno de los elementos más notorios de su campaña electoral fue el lema “América primero”, enunciado como una fórmula egoísta e innecesariamente agresiva para presentar un objetivo tan legítimo como el “interés nacional”, que todos los Estados priorizan.
El salvajismo y el costo de las últimas guerras mundiales liquidó la estrategia primitiva de lograr “el interés nacional” mediante el empobrecimiento o la destrucción de otros países. Los códigos y principios pactados en la Carta de las NNUU en 1945 tradujeron la opción por la cooperación internacional como la mejor alternativa de convivencia para potenciar los intereses nacionales de sus miembros mediante una constelación de organismos (gestionados por la cuestionada burocracia internacional designada y dominada por los intereses conflictivos de los Estados miembros).
La crisis de la cooperación internacional ha sido descarnadamente evidenciada por el coronavirus. En lugar de aunar esfuerzos para combatirlo globalmente, las dos grandes potencias y sus líderes han utilizado la pandemia para lo contrario. Para eludir responsabilidades y acusarse recíprocamente de las peores manipulaciones. China ha instrumentado con descaro al jefe de la OMS y Trump ha denunciado ferozmente la colusión entre ambos, llegando al extremo de suspender las contribuciones norteamericanas al desprestigiado organismo, que debería ser el principal coordinador de la lucha universal contra el virus.
Otra víctima lamentable del America First es la Organización Mundial de Comercio (OMC) porque su principal función - promover y garantizar el libre comercio – es incompatible con el proteccionismo nacionalista y el comercio dirigido impuesto por el Presidente Trump, adalid de las guerras comerciales con China y sus propios aliados.
Son catastróficos los pronósticos sobre la incidencia de la pandemia en la economía mundial, devastada por la brutal disminución del comercio y el transporte internacional. Y no es aventurado anticipar que la depresión se agudizará en la medida que la crisis se prolongue, dramatizando el dilema salud versus reactivación económica que todos los gobiernos enfrentan.
Este entorno internacional crispado e incierto será el escenario del último tramo la campaña electoral norteamericana que se definirá en la votación del 3 de noviembre. Después de sentirse invencible, el Presidente Trump podría ser derrotado por Joe Biden, el candidato demócrata a quien las encuestas favorecen, una tras otra. A pesar del penoso espectáculo ofrecido por su partido en la contienda interna para escoger al mejor dotado en la pugna contra el amo de la Casa Blanca, el coronavirus se convirtió en el factor decisivo de su perceptible declive.
Más que las discutidas cualidades de Biden, lo que decidiría el resultado electoral es el desempleo (22 millones de solicitudes de subsidio en las cuatro últimas semanas) y su tremendo impacto económico y social. Son estas armas inesperadas las que terminarían con el controvertido reinado de quien no dudaba de su reelección –y que bien podría adoptar decisiones desesperadas con la ilusión de asegurarla–.
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