Daniela Ibáñez

El rey de espadas

Este virus gobierna con corona dictatorial

El rey de espadas
Daniela Ibáñez
29 de marzo del 2020


Dicen que los grandes genios de la humanidad tuvieron brotes de imaginación y creatividad durante tiempos de cuarentena. Aislados, se conectaron mejor con sí mismos y con sus visiones. Pero qué ocurrirá si el gran Einstein de nuestra época, con una idea brillante en su cabeza, no consigue realizarla porque está pensando en algo completamente distinto: ¿Y ahora, como sobrevivo este mes? ¿Cómo le doy de comer a mis niños? ¿Sobrevivirá mi pequeña empresa o serán los ahorros de toda mi vida ahora solo algo distante en el olvido? Esta es la situación a lo que nos enfrentamos hoy.

A los 12 del día estamos todos atentos a la televisión para escuchar el nuevo mensaje presidencial. Nuestras actividades se paralizan y todos sintonizan a los canales nacionales para escuchar la nueva gama de medidas del Gobierno. En el centro de la pantalla se encuentra un personaje pintoresco. Asumió el Gobierno habiendo corrido como vicepresidente y contra su voluntad; tuvo que tomar la brújula del barco cuando el presidente renunció por cargos de corrupción. Este último ya experimenta la cuarentena hace un tiempo, pero en su caso por haber evitado la ley, y no por una pandemia global. Después de tres o cuatro números enrevesados, porcentajes selectivos y medias tintas, anuncia que los peruanos nos quedamos dos semanas más en nuestras casas. Parece que los aplausos originados en los distritos más acaudalados de Lima los escuchó con mucha claridad, mientras que la voz del pueblo poco a poco fue disminuyendo.

Era un callejón sin salida, por supuesto. Cerrar todo y prevenir contagios, pero con un daño irreparable a la economía. Abrir todo, a medias, prevenir más contagios e igual generar un daño de vidas humanas irreparable. Todo muy complicado, los científicos hablaban y los burócratas parecían silenciarlos con la voz del poder. Uno que Vizcarra nunca eligió, pero ahora adentro, elige perpetuarse en él.

Canastas básicas, bonos menores al sueldo mínimo; el comerciante que se gana la vida de 20 céntimos a 20 céntimos, desesperado. Con escaso conocimiento de estadísticas y curvas que se aplanan, ¿cómo iba a vislumbrar el razonamiento debajo de esta medida? Para él, su libertad y su obligación es salir a ganarse la vida todos los días. Sí, otros tenemos nuestros ahorros, otros aún estudiamos. Fuimos varias veces al extranjero, experimentamos el mundo; quedarnos un mes en casa es frustrante no por motivo de supervivencia, sino por motivo de vanidad insuperable.

Rico o pobre, establecido o no, todos perdimos nuestras libertades individuales ante este virus que viajó por la Ruta de la Seda. Originado en una dictadura, la más larga en la época moderna, que dice ser comunista pero también más capitalista que Estados Unidos, viaja por el mundo cambiando todas nuestras vidas. Ojo, los síntomas del virus no son solo la tos seca, la fiebre y los escalofríos, pero también los policías en la calle, el militar de mano dura, y la supresión de nuestra libertad. No solo toma de rehén al cuerpo, sino también toma de rehén a la democracia. Ahora no nos daremos cuenta, tendremos mucho miedo de salir de nuestras casas. Te despiertas y piensas en tus manos sucias, en el número de muertos, en tus familiares vulnerables. Pero un día despertarás y te preguntarás: ¿en qué momento se fue mi futuro? ¿Tuve que haberme dado cuenta cuando el Gobierno cerró el Congreso y muchos aplaudieron? O cuando decretaron toque de queda por un mes, cuando ni siquiera tomaban medidas complementarias para frenar este agente patógeno tan dañino para la humanidad. Y lo digo en todos los sentidos.

Este virus gobierna con corona dictatorial. Es un rey de espadas. Tiene diamantes, uno traído de cada continente. Le gusta la idea de la colonización, y tiene los recursos para navegar a través de las diferentes esferas de nuestro mundo. Vino en un barco con todos los animales que no fueron admitidos al Arca de Noé. La serpiente, el murciélago, todavía no se sabe qué fruta del paraíso se comió, y qué mensaje le dio Eva al oído que nos condenó a este destino tan miserable. Gobierna con una mirada de hierro y no tiene sentido alguno de la justicia. Le gusta la juventud y prefiere propagarse entre ella. Le tiene menos cariño a las poblaciones más vulnerables, en las que solo ve debilidad. El diablo mismo le tendría envidia por su sutileza y por su talento para generar pánico.

El virus se originó en una dictadura, se propagó gracias a una dictadura y ahora crea dictaduras. No hemos visto un patógeno de esta envergadura jamás. No solo suprime nuestras habilidades corporales, pero ahora parece suprimir las habilidades del cuerpo de gobierno, de nuestro ánimo por la democracia. ¿Y qué es sino la democracia, pero un experimento de alto riesgo?

Y me dirás: Daniela, ¿de verdad pretendes que la gente salga por las calles y que el virus se propague sin control? Para nada. Que la cuarentena sea por voluntad propia. Que el Gobierno recomiende quedarse en casa, si sales: multa. Que te recomienden salir una vez al día para comprar, para dar una vuelta al parque o salir con tu perro, que lleves los resultados de tu test en la mano. Si incumples por mucho rato, multa, pero no cárcel o visitas a la municipalidad forzosas.

¿Ven la diferencia? Hay una gran diferencia, filosófica y práctica, entre imponer y recomendar. Es la diferencia entre una autocracia y una democracia; la última funciona con el apoyo, y la confianza de los ciudadanos, la primera funciona a golpes y suprime tu libertad individual. Quién quiera correr el riesgo que lo haga. No necesito que un militar me diga que regrese a mi casa. No estamos en la época feudal. Pero parece que no hemos olvidado el paternalismo. O parece más bien que nos sigue gustando el paternalismo. Y la respuesta al por qué es este el caso, es que tenemos miedo y no sabemos controlarlo. Pero les doy una noticia, nunca controlaremos todo lo que ocurre en este mundo.

¿Qué hay de los ciudadanos que día a día deben jugársela para vivir? Esta es nuestra gran oportunidad para formalizar la economía. Esta no es mi propuesta, por si acaso, cito a mi papá. Crear cuentas bancarias gratuitas en los bancos privados para todos los peruanos informales y depositar un sueldo mínimo, para que cumplan la cuarentena con tranquilidad. Este adicional es mío: tenemos bastante dinero del canon minero y del Fondo de Estabilización Fiscal, solo basta visitar la página web del MEF para enterarse de la caja del Gobierno peruano. Acordémonos que somos un país rico en recursos naturales, nuestro problema es uno de manejo.

Llamemos a las voces más competentes. Y tenemos muchas mentes brillantes, así que no debe de ser muy difícil. Y por favor, nada de entregar canastas en las municipalidades. ¿De verdad queremos más aglomeraciones de gente? Y por si acaso, necesitamos un Congreso que le pida cuentas al Ejecutivo acerca de las compras de los exámenes rápidos del virus —no eficientes— ahora. Usemos nuestros entes democráticos, no dejemos que sean rehén de este virus tan insidioso.

El rey de espadas es una de las cartas más poderosas, pero hay manera de ganarle. Saquemos el comodín.

Daniela Ibáñez
29 de marzo del 2020

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