Arturo Valverde
El próximo año será
La Navidad y el placer de la lectura
En mi casa siempre hubo una biblioteca. Al principio, eran veinte y pocos libros, textos de consulta, enciclopedias y revistas. Con el tiempo, este mundo adquirió una mayor dimensión. A medida que iba acrecentándose mi curiosidad, se sumaban obras de filosofía, economía, historia, literatura, y tantos otros temas. Estoy muy agradecido con mis libros.
Mi hijo ha culminado con alegría su primer año en el colegio. Aún le faltan dos niveles de inicial. En mi tiempo, uno se quedaba en casa hasta los cuatro o cinco años (ya sueno como un viejo). Todavía no sabe leer, pero escucha con asombro los cuentos que leo para él. Recuerdo que cuando era más pequeño, se movía como una culebra eléctrica en mi cama por las noches. En esos casos, solía contarle algunos pasajes de la historia universal que me gustan mucho. Se quedaba mirándome, absorto, cuando le hablaba de Barba Roja, Solimán El Magnífico, Francis Drake, Cristóbal Colón, y tantas otros locos. Los niños necesitan una cuota de aventura, que los anime a conocer el mundo.
Todavía no sé si pasará conmigo la nochebuena o me visitará al día siguiente, pero estaremos juntos. Le digo: “Recuerda que yo siempre estoy detrás de ti”. Él entiende muy bien esto. En estos últimos días, se presentó ante mí con un reclamo: quiere ser grande. Infló las mejillas, hizo un mohín y me dijo: “¡Mucho demoro en ser grande!”. Se enoja un ratito y luego se le pasa. Me da un beso, me confiesa cuánto me quiere, me abraza y se cuelga de mi cuello. Él sabe que lo quiero mucho también. Todos te queremos, hijo.
Este año fuimos al teatro de títeres Kusi Kusi o La Cabañita, como la conozco desde que era un niño. Fue conmovedor que pudiéramos ir juntos. También estuvimos en la exposición de Joan Miró. Está pendiente el viaje al Universo Libre de Yoko Ono, en el MALI. Será el próximo año.
Cuando tenemos ocasión, vamos juntos a comprar libros. Él me ayuda a revisar que estén en buen estado. Se cerciora de que estén limpios. Eso dice. Luego, vamos a la sección infantil. Corre y elige el que más le gusta. Las aventuras de Paw Patrol. Le encantan esos cachorros. Tiene un disfraz de Marshall, en el que se mimetiza en un santiamén. Él dice que soy Ryder. A veces quisiera comprarme un disfraz como el suyo.
Ha sido un año colmado de lecturas para nosotros. La lista de mi hijo sería así: Los tres chanchitos, Pinocho, La caperucita roja, Pulgarcito, Hansel y Gretel, Las aventuras de Paw Patrol, entre otros libros para colorear, otros para armar y desarmar, otros con luces, y otros con luces y sonidos.
Mi lista puede que no sea tan divertida como la suya, pero aquí les va: Oh, Jesuralén de Dominique Lapierre, El evangelio acuario de Jesús El Cristo de Levi, Los dioses vinieron del mar de Fernando Cabieses, El grupo de lectura de Elizabeth Noble, La rebelión de Atlas de Ayn Rand, Historia general del Perú, Haya de la Torre y el APRA de Luis Alberto Sánchez, Hombre rico, hombre pobre de Irwin Shaw, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick.
Creo que mi avidez por los libros solo se compara con el inconmensurable deseo de mi hijo por ser grande. Ya ansío saber qué lecturas nos traerá el 2019. Pero sé que debo ser paciente. El próximo año será. Paciencia, paciencia. ¡Demora mucho! ¿Saben qué?, ya me harté. Ya quiero que llegue la Navidad, el Año Nuevo, mi santo y, si es posible, también el Año Nuevo chino, para leer todo lo que caiga en mis manos.
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