Tino Santander
El Perú vence a los falsos ídolos
Con la esperanza de lograr una sociedad mejor y más digna
Más que la importante y generosa visita del papa Francisco a nuestro país, el verdadero mensaje que su presencia envió al mundo lo dieron millones de peruanos que le brindaron una acogida gloriosa y multitudinaria. Testigos de este formidable triunfo del espíritu de nuestra nación son millones de personas que siguieron el recorrido papal a través de sus televisores y las redes sociales, en los cinco continentes. Alma, corazón y vida son las tres cosas que le entregó el pueblo al papa Francisco. El Perú venció así a los falsos ídolos del desaliento y señaló que su camino es el de la unidad y la esperanza. El estupendo mensaje del pueblo al mundo es también un shock que impactó en todo el país, sobre todo a la “élite dirigente”, que se debate en luchas intestinas como si fueran cangrejos malolientes en una canasta.
Los falsos ídolos vencidos son los políticos vanidosos, personalistas y corruptos; los empresarios deshonestos que ganan dinero de mala manera y explotan a los trabajadores y depredan la naturaleza sin respeto por la vida de sus habitantes, solo en busca de rápida fortuna y prosperidad. También son ídolos falsos los intelectuales, periodistas y los artistas que mienten al pueblo para beneficiar sus intereses particulares, pero no para defender ni a los excluidos ni a los que sufren. Son ídolos falsos los sacerdotes y religiosos que discriminan, engañan y se aprovechan de la fe de los creyentes. Todos estos personajes grotescos forman parte de la denuncia que la inmensa mayoría formuló con su presencia masiva ante el jefe la Iglesia católica. El Papa fue el intérprete de una emoción popular pocas veces vista y sentida en nuestro país; una emoción que deja huellas profundas en la voluntad nacional, una sociedad harta de corrupción, de inseguridad y de falta de futuro.
El mensaje del papa Francisco movilizó la conciencia nacional aparentemente indiferente. Sin embargo, hay hechos que son ignorados o pasan inadvertidos, y que nos muestran la indiferencia de las instituciones que no funcionan. Es el caso de la humilde niña cusqueña, de doce años de edad, Valeria Osorio Ccorahua, quien hace algunos días se suicidó desesperada porque sus compañeros y profesores se burlaban de su pobreza y de sus zapatos rotos. Los padres son alcohólicos y la niña perdió la esperanza de vivir. Esta trágica historia es producto de la sociedad del descarte de seres humanos y del consumismo desenfrenado que el papa Francisco denuncia en sus homilías.
La visita del pontífice de Roma dejó al descubierto los falsos ídolos de una sociedad profundamente desigual e injusta. Pero también abrió —como contrapartida— la esperanza de lograr una sociedad mejor y más digna, sin compatriotas que sean descartados ni excluidos. Los extraordinarios actos multitudinarios de los cuales fuimos testigos son pruebas del compromiso con el Perú y de fe en su futuro. Ojala que no olvidemos el mensaje que deja el papa Francisco.
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