Neptalí Carpio
El otro modelo, el que nadie quiere cambiar
Relaciones entre el sistema político y el sistema económico
A propósito de la última encuesta de GFK, donde un 69% de la población demanda un cambio del modelo económico, es propicio hacer las preguntas siguientes: ¿Cuál es el modelo que realmente hay que cambiar? ¿El modelo político o el modelo económico? Si la encuestadora explorara con mayor profundidad en la opinión ciudadana la conclusión sería otra. El promedio de la opinión pública lo que realmente cuestionaría sería el modelo político y las instituciones responsables de impartir justicia, realizar los procesos electorales, revertir la corrupción, garantizar la seguridad y combatir el narcotráfico. Es el pésimo funcionamiento de estas instituciones el que ha creado el hartazgo durante los últimos años.
En un amplio sector, como efecto de una reiterada predica de sectores de izquierda, quien cataliza ese descontento es el modelo económico. La opinión ciudadana y los propios partidos no se percatan que, en realidad, desde que a inicios de la década de los ´90 se realizaron las reformas estructurales a nivel de la economía, - que son las que realmente sustentan el crecimiento durante 78 meses consecutivos -, conviven en el Perú dos modelos: un modelo económico ejecutado de manera deliberada desde el primer gobierno de Fujimori y un modelo político fáctico, generado sistemáticamente desde inicios de la República y cuya precariedad se pone de manifiesto en este proceso electoral. La omnipresencia del segundo afecta al segundo y no al revés. Es este modelo político el que impide mejorar o realizar ajustes al modelo económico.
La crítica principal que debemos hacer a los promotores del modelo económico liberal iniciado desde los años ´90, es su enfoque economicista. Creyeron que bastaba con el éxito de la desregulación económica, la promoción de la inversión privada, la consolidación del mercado como asignador de recursos y la reinserción económica internacional para que éste se reflejara automáticamente en el terreno de la política. Ese fue un craso error que han continuado los gobiernos de Toledo, Alan García y Humala. Este enfoque es tan determinista como el de los marxistas, quienes señalan que los cambios en las relaciones sociales de producción cambian automáticamente las relaciones en la superestructura.
No fueron los sectores de izquierda los primeros que alertaron sobre este enfoque unilateral de las reformas iniciadas en los años ´90, sino otros liberales no dogmáticos como Hernando de Soto y varios estudios del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ellos recomendaron implementar con urgencia las “Reformas de Segunda Generación”, entre las cuales, se encontraba la reforma del Estado y la reforma del sistema político. Pero ni Fujimori, Toledo, García y el propio Humala se atrevieron a realizarlas.
El desprestigio del Poder Judicial, la corrupción, el desprestigio de los partidos políticos, el nefasto voto preferencial, la informalidad y el narcotráfico – por señalar solo seis problemas cruciales – son anteriores a la implementación del modelo liberal iniciado en los ´90. Y son nuevamente esos problemas los que gravitan en este proceso electoral. Es ese modelo político mercantilista y sin transparencia es el que hace que el escándalo de “La Página 11” del año 1967, durante el primer gobierno de Fernando Belaunde, para algunos sectores puede ser equiparado a las pésimas negociaciones para la venta del Gas de Camisea, más recientemente.
Dos ejemplos puede graficar como este modelo político bloquea los cambios en la economía: ¿Será posible realizar una ambiciosa reforma tributaria para potenciar el rol redistributivo del Estado y formalizar nuestra economía, con una representación nuevamente fragmentada, como todo indica tendremos entre los años 2016 y 2021? ¿Será posible modificar la Ley del Canon y el Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP) con partidos divorciados de las sociedades regionales y locales? Muy difícil, por no decir imposible.
Es un modelo político fáctico y poderoso el que impide mejorar la economía y obtener más recursos para la salud, la educación y la seguridad. Es eso lo que no entienden ni izquierdistas ni liberales dogmáticos y, es aquello lo que la ciudadanía aun no logra ponderar. Hay aún un poderoso velo que impide a la gente aquilatar cual es realmente el modelo que hay que cambiar, con una gran reforma institucional.
Por Neptalí Carpio
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