Hugo Neira

El mensaje que dejó Haya de la Torre

La actualidad de una demanda social de justicia

El mensaje que dejó Haya de la Torre
Hugo Neira
27 de mayo del 2024


En la ocasión de la celebración del natalicio de Víctor Raúl Haya de la Torre (22 de febrero de 1895), a principios del 2005, los jóvenes me habían pedido unos comentarios que ahora, en el centenario de la fundación del APRA, en México, quisiera recordar en las líneas siguientes. 

Haya de la Torre fue y es un peruano extraordinario. Me parece muy bien que se le recuerde no solamente en ese natalicio, sino corrientemente. No sé cuándo es el día de nacimiento de Jefferson o de Hamilton, pero dudo que los norteamericanos dejen de recordarlos. No necesito ser aprista para darme cuenta de este hecho, es un asunto de sentido común. Pero el sentido común es el menos frecuente de los sentidos. 

A lo largo de mi vida he estudiado el pensamiento de Haya. He escrito sobre la materia en diversas ocasiones. Como todo gran pensador, en Haya hay acaso diversas lecturas, interpretaciones. Por mi parte, yo reencontré a Haya en mi propio camino, saliendo de un marxismo duro y revolucionario. Creo que él indicaba un camino de reformas profundas y sinceras. Ellas no se han emprendido. El Perú político del siglo XX es un desastre. No lo eligió en las urnas ni tampoco hubo una revolución popular. Ni menos una transformación por vías conservadoras como en otros países. De esta manera, los problemas no solo no se han resuelto sino que se han acumulado. 

Si en esos años se pecaba de exceso de politiquería, hemos pasado al otro extremo, nada de política en la juventud. La sola enunciación del concepto les aburre. Creen muchos que el progreso y el desarrollo es cuestión de mercado y dinero e inversiones. Cuando tengo la ocasión de señalarles —gracias a mi experiencia de haber vivido en el primer mundo los últimos treinta años— que ese progreso de los países avanzados se debe sin duda al mercado, la sociedad industrial y posindustrial, la ciencia y la técnica, no menos verdad es que no se habría logrado, ni en los Estados Unidos ni menos en Europa (por lo general socialdemócrata) sin paralelos esfuerzos políticos, tras luchas sociales enormes, tras la construcción de Estados y democracias sólidas gracias a la existencia de ciudadanos activos y críticos. Pero este segundo volante del progreso es cuidadosamente evitado en las universidades privadas, en particular en la formación de economistas y gestores. El camino está abierto a formas perversas de totalitarismo, no por el exceso de política sino por su ausencia. 

Una reflexión personal. Cuidado con perder la paciencia y los papeles. Yo entiendo el respeto que se le tiene a Haya de la Torre. Pero estamos pasando de una política de la salvación, donde un héroe intelectual y gran conductor como Haya resulta indispensable, a otro tipo de aproximación a nuestra propia historia. Yo sé, Haya es tan grande como para Israel la figura de Ben-Gurión. Como para la India contemporánea la de Gandhi o Nehru. Pero no hay que olvidar que los dos ejemplos que cito son fundaciones, han dejado una patria. Una se llama Israel, nos guste o no su política palestina, eso es otro asunto. El otro, la inmensa India, que va rápido al progreso y por vías democráticas, a diferencia de China. Un joven hindú y un joven israelita no necesitan que se les explique quiénes son los padres fundadores. En el Perú, por desgracia, el aprismo no logró llevar al poder legítimo a su fundador. Lo he dicho en mis libros, esa es la gran carencia de la República peruana en el siglo XX. Los peruanos se equivocaron en las urnas prefiriendo a otros caudillos. Ya es un poco tarde. Hay que retomar el combate intelectual y moral desde sus inicios. 

La verdad que trajo a los peruanos es que o tenemos una democracia exigente y del pueblo, o perecemos. Y ese mensaje no es pasado. No es historia. Es presente. Es una tarea inmensa. El mundo no es lo que era en el mensaje fundador, cierto. Pero las desigualdades sociales, las inmensas grietas entre oprimidos, excluidos, pobres de verdad y los polos de ostentosa riqueza y egoísmo, no han desaparecido. La actualidad de una demanda social de justicia, aún mínima, la que pedía y por la que luchaba el gran trujillano, sigue vigente para deshonra y vergüenza de esta vida colectiva peruana que hace como si las cosas se pudieran arreglar si las dejan tal como están. No. Empeorarán. Esa es mi íntima y acaso desesperada convicción.

Hugo Neira
27 de mayo del 2024

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