Raúl Mendoza Cánepa
El mejor obsequio
El tiempo es un recurso que no vuelve
El tiempo es un recurso que no vuelve
En las clases de Economía (en la Facultad de Derecho) regían las variables, las fórmulas, las definiciones. El objeto de la humanidad era maximizar el placer y huir del dolor (Aristipo, Epicuro). La utilidad marginal decreciente nos alertaba de la progresión empobrecedora del consumo (los utilitaristas, Bentham, Mill). La economía trataba también de los recursos; manida era ya la referencia a los renovables y no renovables. Todo parecía circunscribirse a la materia, aunque algunos economistas hayan tratado de sustentar una relación entre la economía y la familia.
Desde una perspectiva pareciera existir un consenso entre marxistas y liberales sobre la materia, sobre la cuantificación de lo que, en realidad, no se puede valorar con equivalencias vanas. Los principios, por ejemplo, carecen de un valor material y atañen a la vida del espíritu o de la psique ¿Es el amor un recurso? Quizás sea un objeto, pero los gestos propios de una relación se prestan como recursos. Una mirada puede servir al objeto tanto como una palabra o un beso. Las palabras son los recursos de la comunicación y de la introspección.
Sin embargo, los recursos no renovables, agotados, pueden derivarnos a sus alternos; los renovables se asocian con la abundancia, en escalada en el tiempo. Si tuviéramos que darle un grado valorativo a los recursos podríamos elaborar una lista interminable, pero en su cumbre solo existe uno que se agota inexorablemente y que por su sustancia adquiere un grado inestimable que no solemos, pese a su virtud, ni valorar ni aprovechar. Muchos conocidos — llegados a la edad en la que los hijos se van—, que van por los cuarenta o cincuenta o más, o los que afectados por una enfermedad voltean el rostro hacia atrás sabrán que me refiero al tiempo.
El tiempo es el recurso por excelencia, a veces muy centrado en los negocios, descentrado, o ralo con la familia, escaso en el aprendizaje, maltratado para los cercanos, evasivo para las cuitas de los amigos y, sustantivamente egoísta para lo que a nosotros nos atañe. No creo que un padre pierda quitando los ojos al Facebook unas horas, pero si los ganaría exponencialmente si dedicara ese tiempo a un paseo con sus hijos, a un romance arrobador, a un episodio familiar intenso o a una extraordinaria novela, que tejerá sus hilos de araña algún año en el que el anaquel de la biblioteca se descolore y agriete.
¿Dije “el tiempo”? Sí, porque de eso trata la economía, de los recursos; pero no la economía de la vida, que es esencial y poco recurrente. Mucho de lo que se desea y es invisible a la vista pasa como un tren por la estación, un tren extraño y espectral; tanto que, en muchas ocasiones, solo lo verás una vez. Lo llamamos “oportunidad”. Recurso es el dinero, son los minerales y los árboles. Pero ¿el tiempo? ¿Y la oportunidad?
Todo recurso se puede agotar y recuperar. Poco pierde usted cuando practica la caridad; (gana porque la estación de dar es suya y tiene por conciencia la abundanci). Como el dinero y como la materia, todo se puede recuperar y, por tanto, poco o relativo valor tiene lo que se da con el sello distintivo del retorno natural. Pero, ¿el tiempo?
El tiempo es un recurso que no vuelve, no hay marcha atrás. Lo dispones para perderlo sin remedio ni atenuantes; y en tanto eso, cada elección que haces de tu tiempo se torna esencial ¿Has pensado en esas horas que optaste por dejar a tus hijos de lado? ¿En que algún día morirás por recuperarlas? ¿Y los minutos en los que podrías haber abrazado a tus padres cuando aún estaban? El valor es un entrecruce entre tus predilecciones vacías y el tiempo que puedes disponer para lo fundamental.
Ya alertado ¿Sabes cuál es el mejor obsequio que puedes ofrecer? ¿Un tinto, un auto, un aro de 18 kilates? ¿O acaso un ocaso, una caminata en la aurora entre las frondas, juntos, entrelazados? Si estás pensando en un obsequio, sabes ya del más caro e irrecuperable de todos. A cambio te concederán ese mismo, que a aquel o a aquella al que le atañe le es fundamental: su propio tiempo. Quizás así queden a la par.
Raúl Mendoza Cánepa
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