Iván Arenas
El maquiavelismo de Vizcarra
Ha logrado concentrar todo el poder
Dejemos de lado todas las críticas posibles al presidente Martín Vizcarra. Que por un momento no importe la pésima gestión de la economía, que haya desorganizado aún más el país y que hoy el mundo popular esté a merced de cualquier proyecto político por la casi extinción del fujimorismo. Dejemos por un rato toda estas consideraciones, estimado lector.
Lo que ha hecho Vizcarra es sin duda maquiavelismo puro, entendiendo que el principal objetivo de un gobernante es la "razón de Estado"; y que ello es el mantenimiento en el poder, aún aplicando fórmulas extraordinarias.
A Vizcarra le ha salido redondo todo. Llegó a ser presidente por esa extraña mezcla de fortuna y mucha virtud. Jugó detrás de PPK en pareja con Villanueva, el ex premier acusado de sobornos. Hoy, Vizcarra no tiene oposición, con un Congreso que si bien aún no ha tomado juramento, ya va camino al desgaste ante la opinión pública. Ha logrado construir una frontera de buenos y malos, tiene a buena parte de los medios, periodistas y académicos aún a su favor, tiene vital influencia en el Ministerio Público y el Poder Judicial, mantiene un ejército de trolls, controla parte de las Fuerzas Armadas, Policiales y ha logrado dominar al empresariado. Es sin dudas, un caso curioso de un hombre que camina desde un gobierno regional hacia la Presidencia impulsado por pura voluntad y mucha fortuna.
Y todo eso lo ha hecho en poco más de dos años. En otras épocas a la concentración excesiva de poder los académicos la llamarían cesarismo democrático, pero ahora prefieren quedarse callados. Sin duda, todo ese poder concentrado en una sola persona puede ser duradero, pero parece que en Vizcarra no es así. En México, el porfiriato se dio cuenta de que la concentración del poder, si bien era resultado de una ecuación de legitimidad, no implicaba necesariamente una continuidad tranquila. Para ello era necesario "poca política y mucha administración"; es decir, una política eficiente y de obras que garantice la legitimidad del cesarismo.
En eso Vizcarra falla. Porque su gobierno navega en aguas de incertidumbre técnica. De momento no hay obras importantes; sin embargo, el hombre es elegido como el mejor gobernante de los últimos 20 años. ¿Por qué? Por los medios que son la fuente de sentido común en la sociedad. Es imposible, como decíamos, que el régimen pueda legitimarse del todo porque de obras sabe poco. Hoy Vizcarra ya podría estar pensando en una transición sin traumas que le garantice un futuro sin mayores Gólgotas judiciales.
La mira hoy para el moqueguano parece ser el 2026. Y cuando decimos que no quiere juicios, quizá mira en Alan García un imagen especular que no puede repetir. El aprista fue perseguido por el nadinismo mediático que lo convirtió, a punta de portadas, en el cuco de la fanaticada. Vizcarra dominará los tiempos. Movilizará recursos para domar al Congreso de mayoría novata, que no sabe que el Leviatán estatal los puede hundir con una campaña de antipropaganda como lo hizo con el Congreso anterior.
¿Qué hacer? Una oposición que se expresa a través de algunos pequeños medios, y que combate en las redes, no parece ser rival para la opinión pública manejada hoy por el vizcarrato.
COMENTARIOS