Eduardo Zapata
El Hermanón
El candidato para una sociedad de compadres y hermanitos
Sin duda, somos una gran familia. A juzgar por infidentes audios “mal habidamente difundidos” nos hemos enterado de que todos en el Perú somos hermanos, hermanitos, tíos, cuñados, compadres y demás parentescos a los que nos une un gran corazón: ser mafiosos. Solapas o no, pero mafiosos; con veleros o no, pero mafiosos. Dueños de grandes constructoras o albañiles, pero mafiosos. Muchos por cierto entrenados en el media training de la familiaridad por sesudos periodistas.
Los que recordamos algo, hoy recordamos que una de las razones del chino para cerrar el Congreso fue el excesivo gasto y los excesivos sueldos. Sabemos ahora que ese gasto no solo se amplió desproporcionadamente durante el fujimorato, sino que de él se aprovecharon también hermanos y hermanones de otros partidos. Incluidos personajes e instituciones de “honestidad comprobada” que trabajaron con el almirante Dellepiane para hacer de la nuestra una justicia incólume e incorruptible. Recordemos al pasar que gente como José Ugaz y la Comisión Andina de Juristas colaboraron con el afamado almirante.
Se formó en aquel entonces una hermandad de los buenos. De los que querían una justicia de verdad a cualquier costo (¡vaya costos!). Y uno de los argumentos que se utilizó fue que Alan García había propiciado la corrupción al poner topes a los sueldos de los servidores públicos. Hoy vemos —con asombro solo para los incautos— que los nuevos jueces no solo cargaron con los nuevos sueldos, sino con el santo y la limosna.
Solo como ejercicio mental aplique usted la teoría de los bajos sueldos a los señores jueces de la Suprema de los Estados Unidos y comprobará que al manejar estos señores causas de millones de millones de dólares y no venderlas, el asunto no eran los sueldos, sino la formación, el prestigio y los valores. Una lástima, eso sí, que no hayan logrado constituir una gran familia como la nuestra. A la cual, dicho sea de paso, no cabría ya exigirle manifiestos lazos de familiaridad, sino más bien un polígrafo.
En este ambiente —donde todo es amistad, compañerismo y apego a la justicia— no extraña la candidatura del Hermanón. Resulta hasta simbólica. A fin de cuentas, otro candidato pudo ser don Carlitos Manrique —el de CLAE— solo que él extendió los “beneficios” un poquito más allá de la familia. Mientras el Hermanón no solo mantuvo su nominación de capo dei capi, sino tampoco pretendió ampliar los beneficios de las acciones del Canal más allá de la familia de RBC.
Dichas así las cosas, nuestro alcalde de Lima tiene que ser nuestro pariente mayor: el Hermanón. Le toca. Porque el copia y pega de Renzo —a la luz de nuestros inefables jueces— no constituiría delito sino falta, y entonces no forma parte integral de nuestra familia.
El Hermanón es, pues, la voz. Lo que nos corresponde como sociedad de hermanos y hermanitos, de compadres y compadritos. De cuellos duros o cuellos blandos. De bandidos hoy y justicieros mañana.
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