Tino Santander
El frente popular de derecha
Sobre la candidatura de Alan García en el 2021
Los liberales y los conservadores abandonan al fujimorismo y buscan un nuevo líder y una opción política que los represente. Reitero, el fujimorismo no los representa más. Los liberales los consideran populistas y los conservadores los ven muy tímidos en su lucha contra la ideología de género y la cancelación de los derechos civiles de las minorías homosexuales. Además, perciben al fujimorismo como un movimiento corrupto y sin capacidad política para ganar una elección.
Jaime de Althaus ha lanzado un globo de ensayo promoviendo a Fernando Cillóniz, gobernador regional de Ica, como candidato presidencial. Y parece que esa propuesta se está desinflando por la desidia del mismo Cillóniz. Por otro lado, en la semana pasada Alan García anunció que vuelve “a la política activa para reconstruir el partido y devolverle al Perú el crecimiento económico necesario para salir de la pobreza”. García quiere ser candidato del fujimorismo, sin los Fujimori o con los Fujimori debajo de la alfombra, y pretende promover un sutil frente de derecha popular que incorpore a todos los enemigos de sus enemigos de izquierda y de derecha.
García ha dicho que el referéndum “es una caja de pandora que puede determinar la salida del propio presidente Vizcarra”, a quien considera un vulgar remedo de PPK sin legitimidad para gobernar. Estas afirmaciones son parte de su estrategia mediática para su retorno al poder. Y lo primero que ha hecho es “alinear” al Apra, por eso no ha dudado en descalificar a Mulder y Del Castillo, al señalarlos como dirigentes mediocres que solo aspiran a mantenerse en el Congreso y que han sido incapaces de darle un triunfo al Apra. García, concibe al Apra como un ejército político bajo su mando, que solo se moviliza y activa para promover su candidatura.
Víctor Andrés García Belaunde y el ex procurador Christian Salas han señalado que no hay indicios para acusar a García en el caso Lava Jato. Lo mismo pasó con la comisión humalista de Sergio Tejada, que lo investigó y no lo pudo acusar. Es decir, el hashtag de García “otros presidentes se venden, yo no” promoverá la imagen de un hombre difamado y víctima de la inquina política de sus enemigos. Además, con la crisis existencial de la Fiscalía y de la judicatura ninguna acusación tendrá la fuerza jurídica y política contra García. Salvo que le encuentren una evidencia concreta, entonces recién podríamos hablar de su final político. Mientras tanto, a pesar del inmenso repudio ciudadano, García volverá a ser candidato.
La alianza apro-fujimorista, denostada por el partido aprista, en realidad fue una estrategia del alanismo para acercarse políticamente al electorado fujimorista y promover la percepción de que el fujimorismo es incapaz de defender la economía de mercado y de iniciar reformas liberales para afianzar la democracia (por su origen autoritarios). Además, el fujimorismo no representa bien los diversos intereses y valores ideológicos de la confusa derecha peruana.
La idea central de la candidatura de García será promover la alianza entre ricos y pobres, al mejor estilo del fujimorismo de los noventa. Pero traducido al lenguaje aprista: “crear riqueza para el que no la tiene”. Es decir “crecimiento económico” para los oídos de la tecnocracia liberal; “justicia social” y “agua para todos” para contentar al pueblo aprista.
Liberales y conservadores no descartan a García como representante de sus intereses, a pesar de los reparos éticos que algunos tendrían con él. Sin embargo, esta alucinación de convertirse en el Donald Trump criollo tiene un gran obstáculo: los jóvenes que perciben a García como un político del siglo pasado, soberbio y corrupto, y que no conecta con ellos.
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