¿El final de la etapa de confrontación política?

Salvando distancias y tan solo por la coincidencia con el día —que jamás debemos olvidar— viene a la mente la batalla de Ayacucho, donde un grupo de soldados dispuestos a entregar sus vidas fueron llenados de valor gracias a las arengas de convencimiento de Sucre, quien recorriendo las filas de sus soldados les decía: “De los esfuerzos de este día depende la suerte del Sudamérica... Este será un día de gloria que coronará nuestra constancia”. El resultado: su triunfo y consiguientemente la capitulación de los españoles (9 de diciembre de 1924).

El documento, firmado por Antonio José de Sucre en representación del ejército libertador y José Canterac a nombre de los realistas, puso fin al dominio español en el Perú y significó la culminación de más de tres siglos de dominación de la corona en nuestro territorio. A estas alturas, valdría preguntarse —antes de hablar con desprecio de nuestra patria, su pasado y sus males— si supimos llevar en alto ese y otros ejemplos similares.

Ahora bien, el domingo fuimos actores de una interesante jornada cívica. Los resultados abrumadores sobre la consulta dicen mucho, a pesar de que algunos señalan que los peruanos votamos sin saber por qué. Lo cierto es que con el referéndum debe culminar una etapa de confrontación y, respondiendo a las necesidades y expectativas de la población, debiera iniciarse otra de construcción. El Ejecutivo tiene ahora palabra inicial y final, y debe señalar con claridad el rumbo y las medidas a realizar para afrontar problemas reales cuya postergación puede convertirse en caldo de cultivo para el surgimiento de protestas y violencia.

Nos referimos a problemas vinculados, por ejemplo, con la educación, que ha demostrado sus debilidades abonando a la desaparición de valores, preocupándose más por temas como la ideología de género y promoviendo —tal vez sin darse cuenta— la confrontación entre los padres de familia y la Iglesia. También la salud, para eliminar la desnutrición y la anemia en nuestros niños, especialmente de zonas alejadas; así como la dotación de agua que requieren muchos sectores de la población. Y no queda lejos los niveles de conectividad que requieren muchos pueblos.

Mención aparte merece la generación de condiciones para atraer la inversión, posibilitando el incremento de empleo y ciertamente la mejora de condiciones de vida. Expertos en la materia señalan que el crecimiento del PBI de 4% en el año que culmina no garantiza la disminución de pobreza. Dicho de otro modo, la posibilidad de retroceder en este campo es latente.

No por señalarlo al final, su importancia es menor: el Plan Integral de Reconstrucción con Cambios (PIRCC) que responde a los estragos causados por el fenómeno de El Niño. Más de 285,000 damnificados, destrucción de 63,000 viviendas y más de 300 colegios, entre otros desmanes. la reconstrucción se orienta a los sectores agricultura, transportes, salud, educación, vivienda, saneamiento, pistas y veredas; no obstante, a la fecha muestra pequeños avances que van alimentando niveles de protesta, aspecto que debe ser superado.

Tantos y graves problemas ameritan un tratamiento serio y capacidades de convocatoria para que los poderes del Estado trabajen conjuntamente en la lucha contra la corrupción y resolviendo el conjunto de problemas mencionados. Se debe otorgar prioridad a su tratamiento. Y si para ello se requiere un nuevo gabinete, hay que dar el paso adecuado.