Raúl Mendoza Cánepa

EL ÉXITO PERIODÍSTICO

EL ÉXITO PERIODÍSTICO
Raúl Mendoza Cánepa
23 de enero del 2017

Notables periodistas convertidos en leyenda por su éxito medular

En tiempos neblinosos, cuando la fatiga nos calza con sus pesados zapatos, hurgamos buscando algún ícono exitoso que nos devuelva el aliento. Aunque algunos, como Gay Talese, hablan de la crisis del periodismo, bueno es recordar figuras que nos indican que solo deviene en crisis lo que carece de enfoque y de espíritu. Sobre todo de esto último.

Un modelo de periodista integral, intelectual (y cabal garcilasista, como quien escribe estas líneas), fue Don Aurelio Miró Quesada Sosa, quien además robusteció con su cabal decencia y su alma universalista a El Comercio. Puede decirse lo mismo de Don Alejandro Miró Quesada Garland, notable impulsor de temas culturales. De él es la frase: “A los periodistas les diré que la vida me ha enseñado que el periodismo honesto y serio da dividendos, que es fácil destruir pero difícil construir….Que comprendan la importancia que tiene para un país un periodismo honesto, serio y responsable”. Si hay una clave en el éxito de un diario es el prestigio ganado por la credibilidad. La credibilidad vende. Pueden inventarse variadas técnicas y fórmulas para vender, pero nada es más sólido que el prestigio.

Entre estos extraordinarios hombres del periodismo existió uno de otro estilo y público, más de replana, pero definitivamente un taumaturgo de las ventas y el tiraje: se llamaba Raúl Villarán Pasquel. Pedro Beltrán había fundado un vespertino popular, Ultima Hora, que circuló desde enero de 1950 pasando absolutamente desapercibido durante todo el año. Lo dirigía Jorge Luis Recavarren. Cuenta Juan Gargurevich que Beltrán, desalentado por las ralas ventas de ese tabloide, decidió cerrarlo y convocó a una reunión para anunciar la decisión a sus trabajadores. “El histórico episodio siguiente nos fue relatado por Efraín Ruiz Caro”, señala Gargurevich:

En la reunión en que todos estaban de pie, atrás, medio escondido, escuchaba Raúl Villarán, jefe de Deportes, alto, robusto, blanco, que elevando la voz decidió jugarse el todo por el todo cuando los amigos se aprestaban ya a retirarse dejando al grupo de trabajadores sumido en la consternación del inminente desempleo:

—Don Pedro, si tenemos sueldo, papel… ¿por qué no sacamos el periódico hasta fin de mes? Nosotros podríamos fácilmente quintuplicarle el tiraje….

Beltrán quedó tan sorprendido como los demás, y levantando la cabeza, como buscándolo, preguntó:

—¿Y quién sería el jefe de redacción?

Villarán no perdió tiempo en contestar con energía y audacia, abriéndose paso hasta la primera fila:

—!Yo!

(…) Finalmente Beltrán sentenció con voz suave:

—Está bien señores, háganse cargo… por un mes.

Villarán tenía apenas veintidós años. Con su energía, visión y capacidad de decisión empezó a dictar órdenes y a cambiar la dinámica.

El cambio fue notorio en la primera página; mejoraron el diseño y buscaron noticias protagonizadas por personajes populares (…) Cada mañana su obsesión era el título de primera página (…). De esa preocupación cotidiana nació el famoso titular “Chinos como cancha en el Paralelo 38”, que significó la entrada del habla popular coloquial en el periodismo, práctica que se haría usual años más tarde en los tabloides de bajo precio.

Demás está decir que el diario fue un boom de ventas, rompió records y fue un modelo de éxito. Su innovación fue aquella que Villarán consideró que conectaría fácilmente con el pueblo. Se valió del habla cotidiana, de la jerga y de las modas de la época, y promovió un concurso nacional de mambo. Villarán no solo era exigente, sino que además sabía dónde dar el tiro y qué complementos le servirían de motor.

Desde luego, se cuentan en la pléyade de directores y periodistas notables y exitosos a varios más cuyas biografías reviso a menudo, algunos tornados en leyenda por su éxito medular.

Cuando me dicen que el periodismo escrito está destinado a morir, por el auge de lo virtual, pienso no solo en las falsas profecías con relación al cine cuando apareció la televisión, sino en aquellos héroes de leyenda (cada uno en su estilo), que nos demostraron que el periodismo escrito puede superar todos los obstáculos si los grandes capitanes tienen el alma en el corazón y bien puesta la cabeza, sin perjuicio del genio y la habilidad para conectar con el lector. Nada mejor para quebrarle las patas al escepticismo en esta callada y lluviosa tarde sabatina.

Por Raúl Mendoza Cánepa

Raúl Mendoza Cánepa
23 de enero del 2017

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