Neptalí Carpio
El catastrofismo de Carlos A. Montaner
Un intelectual vanguardista y aislado de la compleja realidad
“A Colombia le espera un futuro atroz, infinitamente peor y más negro que este presente incómodo y, a veces, sangriento que hoy padece. Será la consecuencia de no tener un verdadero estadista en el Palacio de Nariño”. La cita pertenece a Carlos Alberto Montaner, publicada en el periódico digital madrileño Libertad Digital el 24 de septiembre de este año. El periodista cubano, quien lleva décadas fuera de La Habana, se ha atrevido a augurar poco más que un cataclismo político en Colombia por los efectos negativos de la firma de la paz entre el gobierno colombiano y las FARC, que según él han sido muy mal negociada.
¿Será tan desacertada la decisión del gobierno colombiano? ¿Será tan censurable que PPK, junto a otros quince mandatarios, el rey de España y los líderes de la ONU se hayan prestado a semejante desacierto, en un acto de supina complicidad, al asistir a la firma de la paz en Cartagena? No creo. La verdadera catástrofe es la de un pequeño grupo de intelectuales liberales latinoamericanos, totalmente descolocados frente a los últimos acontecimientos. Recordemos que fue el propio Montaner quien se mostró opuesto a que Obama visite la Habana para sellar el restablecimiento de las relaciones entre EE. UU. y Cuba.
Montaner hubiera querido ver un derrumbe de la monarquía castrista, en lugar de un armisticio entre la isla castrista y el gobierno norteamericano. Pero sus sueños personales de ingresar triunfalmente a La Habana no se han hecho realidad. Quería ver, no importa que a costa de un descomunal derramamiento de sangre, la derrota y la capitulación de las FARC; pero la terca realidad vale más que los deseos de un grupo de intelectuales que creen que con el solo pregón democrático pueden cambiar una compleja situación.
En el fondo, Montaner desprecia el valor de la paz. No valora, por ejemplo, que en el proceso hacia el plebiscito en Colombia, para ratificar los acuerdos de paz, sean las propias víctimas o los ex secuestrados de las FARC los más entusiastas promotores del “sí”; y que sea la juventud colombiana un protagonista central del proceso. Esa demanda mayoritaria es la que no llegan a aquilatar intelectuales como Montaner.
En situaciones complejas, como la de Colombia, lo más fácil es oponerse a una negociación. Lo más difícil es ingresar a ella, en el entendido de que es un proceso que lleva inevitablemente a mutuas concesiones. Se muestra aquí como la política es el arte de lo posible y el oficio de construir un escenario donde paulatinamente triunfen las fuerzas democráticas; a manera de una operación envolvente que al final termina por neutralizar a las fuerzas que querían destruir el Estado democrático por la vía de las armas y el terror. Un intelectual vanguardista y, en el fondo, aislado de la compleja realidad, como ocurre con Montaner, es incapaz de comprender la naturaleza dialéctica de este proceso.
El fundamento central de esta operación política estriba en haber constatado previamente una situación de empate de fuerzas entre el Estado colombiano y las FARC, luego de 52 años de guerra y un saldo de 240,000 muertos. Su resolución favorable lleva inevitablemente, incluso, a una justicia transicional y también a una reforma de la constitución colombiana, para definir en qué casos pueden proceder procesos de amnistía y en qué otros casos los militantes de las FARC tienen que pagar por los delitos que han cometido. En el mundo hay varios ejemplos positivos de estos procesos: Kosovo, Núremberg o El Salvador en Centroamérica.
Como decía Peter Drucker, “lo más importante en una negociación es escuchar lo que no se dice”. Lo más trascendente en la firma de la paz en Cartagena ha sido el pedido de perdón del líder de las FARC al pueblo colombiano. Es lo que querían escuchar los escépticos de este proceso. Y precisamente ese locuaz y altisonante pedido de perdón por parte de la guerrilla colombiana, tan aplaudido por las multitudes, no se hubiera logrado si no se construía previamente un escenario de confianza.
Como ha dicho Ingrid Betancourt, respondiendo a Montaner y otros que se oponen al acuerdo con las FARC, “lo que sorprende no es que se firme la paz, es que haya gente que llame a votar por el no”.
Neptalí Carpio
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