Alejandro Arestegui
El año nuevo y las denominaciones absurdas
Sobre el nombre oficial en Perú del año 2024
Año nuevo: otro comienzo, otras perspectivas, otros nombres. Los libertarios podemos darnos el lujo de criticar cosas tan importantes como la macroeconomía, y también las nimiedades que proponen los gobiernos. Hasta ahora una mera norma burocrática y sin un verdadero sentido ni razón es la “denominación oficial” de cada año”. Esta vez la sorpresa que nos trae el decreto supremo D. S. Nº 129-2023-PCM es que este 2024 tendrá como nombre oficial “Año del Bicentenario, de la consolidación de nuestra Independencia, y de la conmemoración de las heroicas batallas de Junín y Ayacucho”.
Hay tantas normas importantes y trascendentes por publicarse (y otras tantas por derogarse), sin embargo, la norma que regula la denominación oficial del año es infaltable y siempre puntual. Nuestros afiebrados y “patrióticos” gobernantes afirman: "El proceso oficial de celebración del 200 aniversario de nuestra independencia finaliza el 31 de diciembre de 2024, ya que este año se cumplen dos siglos de la victoria de los patriotas en la Batalla de Ayacucho, ocurrida el 9 de diciembre de 1824". El documento también afirma la supuesta importancia de resaltar la victoria en la Batalla de Junín, ocurrida el 6 de agosto de 1824.
Al parecer nuestros legisladores siguen al pie de la letra las enseñanzas impartidas en una escuela pública de nuestro querido Perú. Aparentemente los perversos y malignos españoles fueron derrotados definitivamente en Ayacucho gracias a la “obra y gracia” de nuestro salvador Simón Bolívar. Aparentemente después de esta heroica gesta se cimentaron las bases de una nación multicultural e inclusiva llamada Perú, que para las afiebradas mentes de la izquierda sería un país con preeminencia indígena al mejor estilo poético de Arguedas y Mariátegui. Por suerte el revisionismo histórico está de toda moda y podemos hacer una crítica y reflexión a estos sucesos históricos. ¿En verdad las batallas de Junín y Ayacucho fueron el sello que definió la Independencia que era proclamada por los millones de habitantes de esta Tierra? O por el contrario ¿Fue el inicio de un episodio traumático y muy chocante para la mayoría de la población como lo fue la Independencia? Hay sucesos que son claros y no se pueden obviar.
Es evidente que a pesar de que existieron algunas revueltas e incluso movimientos independentistas en lo que hoy es el Perú, es innegable que el proceso de independencia de 1821 fue guiado e impulsado principalmente por extranjeros. Comenzaremos primero por el general San Martín, que llegado desde las costas de Chile en su gran expedición que desembarcaría en Pisco llegaba dispuesto a liberar al bastión más realista en Sudamérica. Es también de público conocimiento que debido a la desorganización en los altos mandos realistas estos no podían organizar eficientemente al Real Ejército del Perú para poder hacer frente a la amenaza rioplatense mediante las armas, así que se optó por negociar. Es también sabido que, aunque hubo declaraciones de independencia en Huaura o en Trujillo gran parte de la aristocracia limeña del momento veía bastante escéptica la proclamación de independencia. No sería hasta la llegada de las tropas patriotas que mirarían con mayor beneplácito la declaración que es efectuaría un veintiocho de julio de 1821.
Luego de la tumultuosa época entre los años 1821 y 1823, San Martín se iría ya que su proyecto bastante controvertido que planteaba la creación de una monarquía para el Perú fuese completamente menospreciado y criticado. Es aquí donde las élites intelectuales peruanas debieron de haberse dado cuenta que el experimento republicano iba a traer mayores males que beneficios a la mayoría de los ciudadanos. Tan solo en este periodo de 3 años hubo dos constituciones y varios caudillos se autoproclamaron presidentes. Los realistas ante esto recapturaron por un tiempo Lima y quemaron la casa de la moneda. El terrible e ineficiente congreso no tuvo mejor idea que llamar desde el norte a Simón Bolívar. El caudillo grancolombiano llegó con un gran ejército no sólo con el objetivo de asegurar la Independencia, sino que puso sus ojos el enorme territorio que comprendía el virreinato del Perú como su posesión personal.
Ante esto también no estaría mal revisar las cifras y otros datos militares de dichas batallas. Y es que mucha gente se olvida sobre la composición étnica y nacional que poseían los soldados que se enfrentaron en Junín y Ayacucho. Tan solo en la batalla de Ayacucho a los 5000 hombres que estaban guiados por el realista Canterac eran en su gran mayoría oriundos de estas tierras (equivalente actual a peruanos y bolivianos). Sólo un reducido número de las tropas y oficiales eran españoles peninsulares. Por otra parte, el bando patriota tendría solamente 1500 soldados peruanos, siendo el resto completamente extranjeros (rioplatenses, chilenos y sobre todo grancolombianos). El tema no queda aquí. Luego de la capitulación de Ayacucho los realistas siguieron peleando en el alto Perú; y fue por disposición de Bolívar que se envió al general Sucre a combatirlos. Todos sabemos cómo terminó dicha empresa.
Debemos también agradecer a Bolívar la creación de un país que durante muchos siglos estuvo entrelazado al resto del Perú y que al separarlo no se le ocurrió ponerle mejor nombre que su apellido. Por otra parte, el caudillismo heredado por el autoproclamado dictador vitalicio Bolívar y los deseos de poder de una élite reducida anularon cualquier posibilidad de instaurar una monarquía constitucional con principios liberales. Nuestra república durante todo el siglo XIX fue caótica y para los grandes historiadores de antaño fue un siglo perdido para nuestro país. Sobredimensionar estas dos batallas que fueron las generadoras de un ciclo interminable de dictaduras, revoluciones y caudillos no me parece lo más correcto.
Con estas breves reflexiones doy por sentado lo superfluo y absurdo que es la denominación oficial de cualquier año. Aunque este, personalmente, no es un año tan disparatado ni irónico como sí lo fue el 2020 (donde supuestamente su denominación era el “Año De La Universalización de la Salud”) que acabó siendo la universalización de la pandemia del covid-19 y los cientos de miles de muertos que provocó el virus y la mala administración gubernamental de la pandemia.
No me malentiendan, esta no es ninguna apología al virreinato ni mucho menos a la dominación española. Tarde o temprano la Independencia del Perú se iba a gestar. Sin embargo, seguir al pie de la letra a los libros de historia sesgados llenos de resentimiento anti-España y una apología y endiosamiento a un dictadorzuelo como Bolívar tampoco es motivo suficiente para darle ese nombre al 2024. A pesar de ser independientes de iure, los peruanos seguimos siendo esclavos y sirvientes con cadenas mentales que nos atan al virus del estatismo, la corrupción, el populismo y de las ideologías liberticidas y colectivistas.
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