Eduardo Zapata
Doscientos años de silencio
El voto contra un establishment indolente
“Cuando la mano de color de arcilla / se convirtió en arcilla / y cuando los pequeños párpados se cerraron / llenos de ásperos muros, poblados de castillos / y cuando todo el hombre se enredó en su agujero / quedó la exactitud enarbolada: / el alto sitio de la aurora humana: / la más alta vasija que contuvo el silencio: / una vida de piedra después de tantas vidas.
El gran Pablo Neruda. Alturas de Machu Picchu. Uno de los grandes poemas de Pablo. Más presente que nunca en esta hora de lo presente. La contienda electoral y el fluir anterior y posterior de la vida del hombre común.
Porque ese hombre común que “se enredó en su agujero” y “contuvo el silencio” finalmente salió de su encierro y elevó su voz. Doscientos años de silencio habían casi borrado de la memoria la vida de piedra, pero no la vida misma. La de las manos y los pasos cotidianos.
No es necesario repetir aquí lo que ha significado nuestra vida republicana. Fundamentalmente en lo que se refiere a la ausencia de Estado y a la provisión de igualdades de oportunidades para todos, aseguradas por civilizados servicios de salud, educación, seguridad, conectividad y trabajo. Estaban las manos de color de arcilla pero incapaces de convertirse en ella. Quedaba solo “una vida de piedra después de tantas vidas”.
Tarde o temprano el viento de las alturas iba a hacer resonar en todo el país lo que ni siquiera se musitaba. Y ha sido hecho fundamentalmente a nivel simbólico: La memoria del bien perdido contra el bien presente.
Sin embargo, para entender bien lo ocurrido, es importante retener el carácter simbólico referido anteriormente. Porque en puridad no han sido peruanos contra otros peruanos, sino entropía que se sabía inconscientemente estéril contra un establishment indolente.
Cierto es lo dicho. Pero cierto es también que la maniquea oposición de unos contra otros ha obedecido al papel manipulador de los medios de comunicación, a una estrategia política eficaz que incluía un fraude y a la ausencia de liderazgo y visión de país por parte de muchos.
Conforme las calles parecen más violentas y proclives entonces a la manipulación de una entropía total, las encuestas post elecciones no hacen sino confirmar lo que la primera vuelta electoral había ya expresado: redondeando, el 70% de la gente no quiere control de precios, ni inflación, ni más empresas del Estado, ni una nueva Constitución, ni dictaduras. Esas eran y son banderas de los manipuladores, mas no del hombre común de las manos de color de arcilla. Conforme pasen los días algunos analistas dirán que la gente se arrepintió de su voto.
Pero fue la industria mediática toda –con sus encuestadoras– la que enervó las emociones por encima de la razón. Votaron en el sentido que lo querían fuerzas que atentan contra la soberanía interna y externa del país. Como el Foro de Sao Paulo o el Grupos de Puebla, el marxismo - leninismo - maoísmo - ´mariateguismo´, el inocente islamismo y los intereses mafiosos de movimientos regionales creados expresamente como organizaciones criminales para delinquir.
Habrá necesidad de fortalecer la negantropía ante la entropía. Habrá necesidad de que las vidas no se inmovilicen en piedra. Y todo ello supone cumplir con la ley y la Constitución para luego tomar cuentas a quienes quisieron convertir lo que era y es simbolismo en realidad. Para que no vuelva a ocurrir.
“Ven a mi propio ser, al alba mía / hasta las soledades coronadas. / el reino muerto vive todavía”: Otra vez Neruda.
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