Tino Santander
Dispuestos a morir por la libertad
Héroes desconocidos y de nuestros días
Ahora que nos encontramos ante personajes tan nefastos y aberrantes como Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua, que en nombre del socialismo y la democracia tiranizan y hambrean a sus pueblos, es preciso recordar a los héroes anónimos de otros tiempos. Son los que entregaron sus vidas para defender a la sociedad de la crueldad, el abuso y la prepotencia de los dictadores y eliminarlos. Son personajes cubiertos por el manto del olvido o ignorados por la historia oficial y las multitudes, que no reconocen o ignoran a quienes dieron su vida por ellos. Son mujeres y hombres que combatieron por la libertad y la justicia de las sociedades en las que vivieron, que se atrevieron a enfrentar con energía y determinación a los tiranos y acabar con su existencia, al precio de morir en la acción. Ninguno de ellos tiene una estatua que lo recuerde ni calle que lleve su nombre y, por el contrario, muchos los califican de terroristas o criminales.
Es el caso de Rodrigo Rodríguez Otero, líder del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), quien vivió en la clandestinidad durante décadas. Más de treinta años han pasado desde el día 7 de setiembre de 1986 en que Rodrigo lideró el atentado contra el dictador chileno Augusto Pinochet y arriesgó su vida en ese acto. La prestigiosa revista Caras de Santiago publica un extenso reportaje al respecto, en el cual Rodrigo Rodríguez Otero rompe su silencio y nos relata los hechos de esa acción olvidada que estremeció a Chile y al mundo. Me refiero a este caso paradigmático porque hoy los dictadores Maduro y Ortega podrían correr la misma suerte que corrió entonces Pinochet, pero esta vez sí con la eliminación de esos dos tiranuelos.
Rodrigo Rodríguez Otero es nieto de Hugo Otero La Torre, fundador del Apra y director del diario La Tribuna. Su abuelo inspiró su vida revolucionaria. Rodrigo admiró su trayectoria de lucha, los destierros y los periodos de cárcel que sufrió por defender la libertad y la justicia, y tanto fue así que tomó su nombre “Hugo” para actuar en la clandestinidad. Rodrigo es heredero de la estirpe revolucionaria de su abuelo, cuyos compañeros apristas José Melgar Márquez y Abelardo Mendoza Leiva actuaron para eliminar al sanguinario dictador Sánchez Cerro. El primero le disparó frente a frente a Sánchez Cerro, pero no logró eliminarlo. Melgar fue golpeado y herido por la policía y dado por muerto, sin embargo sobrevivió y luego sufrió cárcel por 20 años. Murió en Chile, olvidado. Abelardo Mendoza Leyva, un joven obrero panadero, se encargó finalmente de eliminar a Sánchez Cerro de un balazo certero. La policía mató a Abelardo en el mismo lugar de los hechos. Era el 30 de abril de 1933.
El recuerdo de estos héroes anónimos, así como el de aquellos que eliminaron a Rafael Leónidas Trujillo, el dictador de República Dominicana, y a Anastasio Somoza, el de Nicaragua, iluminan hoy las luchas por la libertad en nuestro continente. Son ejemplos formidables por la valentía de los que ejecutaron esos actos y por el castigo que impusieron a quienes asaltaron y abusaron del poder, corrompieron el Estado para su propio beneficio y en contra de sus pueblos.
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