Rocío Valverde
Día del Orgullo en Londres
Gente genuinamente feliz por la felicidad del otro
Gente genuinamente feliz por la felicidad del otro
“¡Anímense, están en Londres! Si Londres no les sube el ánimo nada lo hará”. Los sábados por la noche nunca falta el borracho filósofo que va exclamando sus pepitas de sabiduría. En este caso, el borrachín llevaba mucha razón. El día sábado fuimos al Día del Orgullo en Londres a modo de terapia. Mi confianza en la humanidad ha estado en cuidados intensivos tras los atentados en Londres, el incendio de las torres Grenfell —que ha destapado una vez más los pestilentes negocios de los dueños de pisos y las organizaciones de gestión de arrendatarios— y sobre todo el pacto de Theresa May con el Partido Unionista Democrático (DUP).
El DUP es un partido antiderechos LGBTQ+, que niega la evolución y el cambio climático, que tiene escrito en piedra sus mandamientos y que llama inmoral al amor que ante sus ojos les parece diferente. Este perfil es simplemente ofensivo. Bendecido sea el tiempo, pues todo lo cura, y no puedo esperar a que pasen cinco generaciones más para que la diminuta aprobación de este partido se vea pulverizada.
Si alguien me hubiera dicho hace cinco años que un grupo de tal calaña iba a tener poder sobre la vida de 60 millones los hubiera mandado derechito a hervir yucas sin pelar. ¡Quién lo hubiera dicho! Desde la ultratumba se puede oír una ranchera dedicada a Theresita: “No te aferres, ya no te aferres a un imposible, ya no te hagas, ni nos hagas más daño. Pero así fue, así fue, así fue”.
Este año se celebraba el 50 aniversario de la descriminalización de la homosexualidad en Inglaterra y Gales, y la fiesta del orgullo en Londres no defraudó. El tráfico espantoso, como siempre, intentó mellar nuestro ánimo. Entre cláxones, miradas de muerte y retos a duelo entre motociclistas, conductores y ciclistas todos empezábamos a perder los nervios. Por suerte un panel publicitario al lado de una señal de tráfico nos abrió los ojos: “Detente, en nombre del amor” leía. Y así lo hicimos, nos detuvimos a observar y en ese momento pudimos apreciar la felicidad que irradiaban todos los londinenses. La ciudad estaba repleta de juventud, purpurina, color y mensajes de aceptación.
A cada paso que dábamos podíamos encontrar gente de cabello multicolor, jóvenes usando la bandera del arcoíris a modo de capa, grupos de amigos bailando y cantando, y grupos de sexagenarios sentados en primera fila para disfrutar del gran desfile. No pude evitar emocionarme al ver a personas mayores desfilando y chocando los cinco con los asistentes. Todo lo que han visto sus ojos, desde la persecución, la vergüenza y el escrutinio público, y la estigmatización de ser VIH positivo, hasta la aceptación de homosexuales en las fuerzas armadas, la ley de unión civil y la de matrimonio. Nacieron en un país que no los aceptaba y los perseguía, pero gracias a su lucha podrán irse de este mundo satisfechos de dejarle como herencia a las nuevas generaciones un país inclusivo. Han abierto el camino y sobrevivido, ahora nos muestran con orgullo la líneas de su frente, a modo de insignia.
A continuación desfilaron las fuerzas armadas, los policías, los bomberos y demás grupos de respuesta de urgencias. Sin duda ellos se llevaron la mayor cantidad de aplausos. El cuerpo de bomberos nos recordó una vez más que el fuego no discrimina. Los latinos también estuvieron bien representados e incluso pude ver a una persona vistiendo una pollera rosa. Las carrozas de grandes corporaciones se hicieron presentes, y entre ellas vimos algunas de cadenas de supermercados, bancos y de Google, eBay, Facebook y Youtube. ¿Me pregunto si Youtube le pondrá restricciones a los videos del evento? Esperemos que no sean hipócritas.
Para cerrar el desfile uno de los asistentes hizo volar por encima de nuestras cabezas un cartel, atado a cientos de globos multicolores, que decía “Que se joda el DUP”. Y así se fue jodiendo el DUP mientras el cartel se elevaba al cielo. Los rayos del sol se reflejaban en la superficie de los globos dándole un toque divino, mientras la multitud unida como hermanos aplaudía y daba alabanzas al creador del cartel.
Me encuentro feliz porque en este mundo competitivo pocas son las veces en las que la gente es genuinamente feliz por la felicidad del otro. Este día ha sido sin duda alguna el mejor antídoto al pesimismo acumulado en nuestros cabellos.
Rocío Valverde
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