Jorge Morelli

Desestabilizar por desestabilizar

El conflicto de poderes se ha vuelto exasperante porque ya nadie escucha al otro

Desestabilizar por desestabilizar
Jorge Morelli
09 de noviembre del 2022


Las marchas le han arrebatado limpiamente a la izquierda el monopolio de la calle por primera vez en los últimos 40 años. Este es un logro tan fundamental en sí mismo que resulta un error atar las marchas al objetivo de lograr una tercera vacancia de la Presidencia. No solo porque no hay en el Congreso los 87 votos necesarios, sino que es un error aún peor remover inconstitucionalmente al presidente mediante un golpe de la calle.

Más fundamentalmente, es una sátira amarga que, habiendo vacado la Presidencia ya dos veces en los últimos cinco años, no se entienda que esto no ha servido para corregir ni uno solo de los males del país; y que, por el contrario, lo que hemos hecho es descender cada vez un peldaño más en dirección a un estado de cosas peor.

Castillo está en el Gobierno, no en el poder. Es Cerrón quien está en el poder. Se las arregla para recuperar espacios cada vez que Castillo echa del gabinete a uno de sus hombres-cuota. Si de desestabilizar se tratara, la censura ministerial sería el objetivo político factible. Pero no se trata de desestabilizar por desestabilizar. Eso el pueblo no lo aprecia. La oposición debería haberlo aprendido por experiencia. Pero de ella no se puede esperar ni eso. 

En realidad los tres movimientos políticos actuales: la izquierda, el liberalismo y la derecha –de los partidos ni hablemos– comparten el mismo defecto, la falta de autocrítica. Ninguno tiene nada que proponer.

La derecha solo propone volver al estado de cosas anterior a este desastre, como si eso fuera aceptable como programa. La izquierda propone por enésima vez su rancia revolución, sin ser capaz de entender por qué desemboca una y otra vez en la misma pesadilla. El liberalismo local sigue repitiendo que el mercado resuelve sus fallas por sí mismo, incluso ante la evidencia en los últimos años del fracaso de los organismos reguladores constitucionalmente empoderados para defender al ciudadano, no solo ante la empresa privada sino también ante el Estado. Y peor aún, no lo hicieron por escandalosa complicidad con el mercantilismo público-privado, contradiciendo la esencia misma del liberalismo.

Y, para colmo, ¿debemos ser tolerantes con un premier que cree que este nudo gordiano se resuelve reformando la cuestión de confianza? El conflicto de poderes se ha vuelto exasperante porque ya nadie escucha al otro. Y todos se limitan a repetir a gritos, como un mantra, su propia mentira.

Jorge Morelli
09 de noviembre del 2022

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