Desenlace o detonante

Los países pueden quebrar. En Venezuela, una sociedad desunida se dejó avasallar por minorías violentistas que una vez llegadas al poder se perpetuaron en él. La corrupción, la ignorancia del pueblo, el clientelismo y la democracia plebiscitaria consolidaron a esas minorías, que además creó una guardia pretoriana como fuerza paramilitar. Así viven los mafiosos y sus pandillas, cuya consecuencia es el hambre y miseria de su población. Igual que en Perú usaron la democracia para llegar al poder y luego petardearla y pretender destruir el modelo económico y la institucionalidad. Nuestra esperanza es que el Congreso finalmente sintonice con sus electores y no los traicione. El altísimo nivel de desaprobación del Congreso muestra claramente que el oportunismo y el interés personal ha sido percibido por sus electores.

Castillo ha superado dos pedidos de vacancia. Su abogado defendió su causa basado en la carencia de medios probatorios; un alegato apropiado ante una sede jurisdiccional y no ante un foro político como es el Congreso de la República. Lo que sí quedó probado y corroborado es la mentira. Quedan como evidencias lo afirmado ante el periodista Del Rincón en CNN y luego negado ante la Fiscalía. También está probada la intervención de Castillo en los ascensos policiales, el nepotismo y la corrupción de su círculo íntimo. Su ofrecimiento de que la soberanía sobre nuestro mar territorial podía ser cedida si “el pueblo así lo decidiera” y un sinfín de irregularidades en la gestión pública y en el nombramiento de ministros incapaces o prontuariados. A estas alturas el 80% de los peruanos no le cree. Se quedó solo, rodeado del círculo corrupto de Perú Libre y de los “niños” de Acción Popular.

Hay dos hechos emblemáticos en la gestión de Castillo que son imperdonables: el primero es el confinamiento obligatorio del día 5 de abril, en el que a más de 10 millones de limeños se les conculcan sus libertades castigándolos sin salir de casa sin razón ni justificación. Su verdadera motivación fue el miedo por las protestas en contra del Gobierno. Este atentado es un ejemplo de cómo un gobierno autoritario puede desconocer los derechos individuales de sus ciudadanos. Fuimos confinados y privados de nuestra libertad sin razón ni previo aviso. Y unas horas más tarde Castillo huyó del Congreso con el pretexto de ir a firmar el levantamiento de la inmovilidad. No había nada que levantar: Lima había desobedecido masivamente. Miles pedían su renuncia en las calles. Ocho meses después de iniciado su Gobierno, estamos esperando un “detonante” para vacarlo.

El otro hecho emblemático lo constituye la imperdonable desidia del Gobierno para detener un atentado extorsionador sobre el campamento minero de Cuajone. Desde el 28 de febrero se cerró el suministro de agua del Reservorio Viña Blanca dejando al campamento, a los cuatro colegios y al hospital sin agua. La comunidad campesina de Tumilaca, Pocata, Coscore y Tala exigen de la minera Southern Peru la suma de S/ 5,000 millones y el 5% de las utilidades de la Cia. No solo se atenta contra 5,000 personas sino que además se ha bloqueado la vía férrea para el transporte de mineral. ¿Es acaso este territorio “zona liberada”? ¿Es intencional la ausencia del Estado? El perjuicio es enorme, Cuajone produce el 7% del cobre peruano. Se pierden S/ 8.5 millones diarios por impuestos y regalías. 

¿Dónde está el Estado? ¿Estamos esperando un detonante para el desenlace? El detonante solo viene si todos nos unimos, si defendemos la libertad y no desmayamos en nuestro propósito. ¡De nosotros depende!