Guillermo Vidalón

Derogar la ley de cabecera de cuenca

Significa la consolidación de la pobreza en esas zonas

Derogar la ley de cabecera de cuenca
Guillermo Vidalón
25 de octubre del 2017

Las izquierdas en el Perú se han propuesto nuevamente detener el crecimiento económico y quebrar la dinámica que explica los ingresos de cientos de miles de pobladores altoandinos que trabajan en la minería formal. En el pasado, cuando la economía andina se sustentaba en la producción de las haciendas agroganaderas, el discurso de las izquierdas se centró en las condiciones de pobreza y exclusión social en que vivía la mayoría. Su gran fórmula para solucionar el problema del agro fue el reparto de la tierra, por eso propugnaron la Reforma Agraria.

Fue el autodenominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas el que pretendió cambiar esta situación mediante la aplicación de la Ley de Reforma Agraria, promulgada el 24 de junio de 1969, un sistema colectivista de producción —alentado por los movimientos de izquierda— que significó un estrepitoso fracaso. Hoy existen unidades de producción agrícola mucho más vastas que las haciendas del pasado, y sus trabajadores gozan de niveles de vida mucho más elevados que durante la experiencia colectivista.

Los únicos beneficiados con la “reforma”, fueron las cúpulas dirigenciales que asumieron la administración del campo, mientras que el agricultor/campesino fue empobrecido todavía más y desarraigado del campo. Después fue a disputar un espacio físico en las ciudades como estrategia de supervivencia, recreando su diversidad cultural, afrontando también la marginación y la exclusión.

¿Cuándo empieza a cambiar la situación socio-económica de los migrantes andinos en las ciudades? Cuando descubrieron las ventajas del mercado y empezaron a ahorrar e invertir, a decidir por sí mismos qué era lo más ventajoso para sí. Por esa razón crecieron y se empoderaron en la ciudad capital. Como en otras ciudades del interior, lo hicieron con legitimidad, reclamando presencia del Estado para que les provea de servicios básicos eficientes y, al mismo tiempo, trabajando esforzada y pacíficamente. Por ese motivo rechazaron la extorsión y el asesinato del terrorismo de izquierda de los ochenta y noventa.

¿Por qué ahora las izquierdas se oponen al desarrollo de la minería en lo que han denominado “cabeceras de cuenca”? Porque saben que la minería representa la llegada del mercado, de la formalidad, de la presencia del Estado, de los servicios de educación y salud con una calidad como la que nunca antes se había dado en varios lugares del interior del país. Solo la compra de alimentos en volumen significativo y constante genera una oportunidad económica para la población local, más allá de los salarios de los pobladores, que se convierten voluntariamente en trabajadores del sector minero y que invierten sus ganancias, principalmente, en la mejora de la producción de sus campos. Es decir, otra vez ahorro e inversión.

En el Perú, la actividad minera es muy importante por su capacidad de generación de divisas y desarrollo descentralizado, pero esta solo puede llevarse a cabo donde están los yacimientos. Las izquierdas saben que estos se encuentran en lo que ellos han calificado como “cabeceras de cuenca”. Por consiguiente, la exclusión de la minería en estas zonas significa la consolidación de las condiciones de pobreza de cientos de miles de pobladores altoandinos y su exclusión de un proceso acelerado de acceso al mercado.

 

Guillermo Vidalón del Pino

Guillermo Vidalón
25 de octubre del 2017

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