Pedro Corzo
Derechos y concordia
Como ciudadanos estamos obligados a luchar por nuestras convicciones
La convivencia no es fácil, pero si acatáramos razonablemente la convicción de Jose Martí de que “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y a hablar sin hipocresía” o la máxima de Benito Juárez, “Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”, estoy seguro de que otra sería la realidad en la que vivimos. No debemos sentirnos obligados a callar o auto censurarnos en nuestros derechos, porque una corriente de opinión o una colusión de intereses, pueda afectar dramáticamente el espacio que nos corresponde en una sociedad libre.
Existe la tendencia en numerosas personas de alejarse de los conflictos, de no hacer olas para no llamar la atención ni generar más dificultades, pero eso no es correcto. El abandono paulatino de nuestros espacios sociales es una severa agonía, que no impide la pérdida de los mismos así que es preferible sumarse al comentario de mi esposa, “es mejor ponerse colorado una vez y no toda la vida”.
El presente está particularmente convulso, el mundo está colorao, diría Francisco Lorenzo. Además de los conflictos bélicos y los abusos de muchos gobiernos contra sus respectivos pueblos, estamos padeciendo una batahola de demandas justicieras, en su mayoría, de buena fe, sin que falten algunas que generan nuevas iniquidades y víctimas porque no buscan equidad sino desestabilización.
La atomización de nuestros derechos, a veces por quienes trabajan a favor los mismos, es una labor que está carcomiendo los cimientos de la convivencia. No es de esperar que ciudadanos conscientes de sus prerrogativas hagan dejación de ellas porque otros, al reivindicar sus derechos, quieren cercenar los ajenos, en consecuencia, es de esperar más conflictos
Sobran sujetos que despliegan intensas campañas contra las injusticias, pero no cesan de incorporar demandas que generan más problemas que concordia. Actitudes extremas que reducen la viabilidad de la propuesta estableciendo puntos de conflictos irreconciliables con el verdadero rival previamente seleccionado que es la gobernabilidad de las naciones.
Afectar la gobernabilidad en todas sus formas corroe a los poderes constituidos hasta sus raíces y los desestabilizadores de oficio están conscientes que los mayores perjuicios que se le causan a una sociedad democrática son cuando se tratan de destruir los valores fundamentales sobre los cuales está cimentada.
Las injusticias en las que ha incurrido una parte de la humanidad han sido muchas. La esclavitud, en cualquiera de sus manifestaciones, es, a mi modo de ver, la mas injusta, seguida por las diferentes formas de discriminación y abusos que otras partes de la humanidad han sufrido pero la reivindicación de esos crímenes no debe convertirse en una forma nueva de segregación, si se busca igualdad y reparación, la vía no es gestando nuevas víctimas, que es lo que parecen propiciar ciertos sectores que enarbolan esas banderas.
Los marxistas a principios del siglo XX decían buscar justicia social y una equiparación de las oportunidades y los derechos ciudadanos, los nazis fascistas, se abanderaron en la previa victimización de sus naciones generando ambos una gigantesca falsa que provocó millones de muertos e inequidades tan lastimosas como las que decían querer reparar.
Creo en la necesidad de que los insatisfechos se apresten a reclamar lo que consideren sus derechos sin que tal acción vaya en contra de las prerrogativas de terceros. Una situación que tiende a suceder cuando son los políticos o ingenieros sociales ideologizados los que conducen las propuestas.
Los enemigos de las ideas y propuestas que defendemos son muchos y capaces de coaligarse a pesar de sus diferencias para alcanzar sus objetivos. Jamás cesarán en sus propósitos de destruir el mundo que hemos construido, cierto que muy distante de ser perfecto, no obstante, mucho mejor que el que estos justicieros a sangre y fuego, que por el simple hecho de no coincidir con ellos te mancillan, tratan de constituir.
Como ciudadanos estamos obligados a luchar por nuestras convicciones. Todos tenemos derechos a los derechos como dijera el mártir Osvaldo Paya. El diferendo que se pueda tener con nuestros pares hay que enfrentarlo y demostrarles que sus derechos terminan donde empiezan los nuestros.
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