Pedro Corzo

Democracia y libertad

Primer Congreso de la Asociación Pro Democracia y Libertad

Democracia y libertad
Pedro Corzo
14 de marzo del 2021


Cada día hay más información que confirma que la
historia es fundamental en la nutrición intelectual de un buen ciudadano. Conocer el pasado impide repetir los errores; siempre y cuando prime el sentido común, ya que más de uno de nosotros tiende a tropezar con la misma piedra. Eso se aprecia en algunos de mis compatriotas que gustan de los caudillos, aunque todavía estamos padeciendo sus consecuencias. 

Aprendí esa lección cuando leía un trabajo del ex prisionero político cubano Emilio Llufrido sobre la Triple A, una organización importante en la lucha contra los regímenes de Fulgencio Batista y Fidel Castro. El ensayo lo publicará el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo. En el estudio me encontré gratamente con un proyecto que auspiciaron demócratas cubanos y venezolanos en los años cincuenta del pasado siglo DE este proyecto me habían comentado en términos elogiosos luchadores por la democracia que, en diferentes instancias, habían conocido o participado de él, como fueron Rogelio Cisneros, José Ignacio Rasco y Orlando Bosch. 

Bajo el mandato de Carlos Prío, 1948-1952, de cuyo gobierno fue canciller Aureliano Sánchez Arango, Cuba adoptó una política exterior de defensa de la democracia hemisférica. De ahí el respaldo al gobierno guatemalteco de Juan José Arévalo y la política condenatoria contra los regímenes de la dinastía Somoza en Nicaragua y de Rafael Leónidas Trujillo en Santo Domingo. A ello se sumó el rechazo al golpe militar de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y el recibimiento y apoyo en la Isla de figuras notables del Partido Acción Democrática. 

La difícil situación que enfrentaba la democracia en el continente determinó que políticos venezolanos y cubanos concluyeran que era necesario fomentar una conciencia de solidaridad ciudadana en todo el hemisferio para enfrentar con mayores posibilidades de éxito a quienes creían que la fuerza y la subversión eran las herramientas idóneas para alcanzar el poder. La idea contó con el respaldo de numerosos políticos del hemisferio, aunque sus principales promotores fueron Carlos Prio Socarras, ex presidente de Cuba; Sánchez Arango, ministro de gobierno; y Rómulo Betancourt, ex presidente de Venezuela, que a la sazón se encontraba asilado en La Habana como consecuencia del golpe militar de Pérez Jiménez, ignorando, escribe Llufrido, que en muy poco tiempo la sede del evento iba a ser sometida por los militares, y que estos serían sustituidos por un régimen totalitario de inspiración comunista. 

Se celebró el “Primer Congreso de la Asociación Pro Democracia y Libertad en América” en la capital cubana y con el objetivo, escribe Llufrido, de enfrentar los dos flagelos que asolaban el continente: las dictaduras militares y la infiltración comunista. Al evento concurrieron muchas de las figuras más notables de la época: José Figueres, Luis Alberto Muñoz Marín, Juan Bosch, Carlos Andrés Pérez, Alberto Lleras Camargo, Salvador Allende (no se había radicalizado todavía), Eduardo Freí Montalván, Víctor Paz Estensoro, Juan José Arévalo, Arturo Frondizi y muchos más. 

La condena al golpe militar en Venezuela y la decisión de solidarizarse con la reconquista de la democracia en aquel país fue unánime. Sin embargo, lo más valioso fue el precedente que se estableció de demócratas del continente luchando juntos por la democracia en cualquier punto del hemisferio. 

La democracia en América enfrentó un mayor peligro cuando sorpresivamente en Cuba se estableció un régimen totalitario inspirado en el marxismo. Ante esta nueva situación, don Rómulo Betancourt retomó la bandera de la libertad hemisférica, enarbolada cuando en Cuba había democracia, y convocó a un Segundo Congreso Pro Democracia y Libertad en América. En esta ocasión, escribe Llufrido, se usó “como sombrilla protectora para que los cubanos tuvieran su frente de lucha contra el castro comunismo”. 

Una vez más venezolanos y cubanos compartieron el liderazgo del encuentro. Sánchez Arango fue electo presidente de la Mesa Directiva del Congreso, al que asistieron figuras importantes de la lucha contra la incipiente dictadura. Entre otros, estuvieron José Ignacio Rasco, Emilio Adolfo Rivero Caro y Tony Santiago. 

Estos Congresos, desconocidos por muchos y olvidados por otros, son un ejemplo de que es posible conciliar nuestros intereses a pesar de las diferencias. Deberíamos enfocarnos en la libertad y la democracia, y demostrar que es posible recuperarlas si juntamos nuestras voluntades.

Pedro Corzo
14 de marzo del 2021

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