Dante Bobadilla
Dejémonos de juegos
No hay que malgastar miles de millones en frivolidades del primer mundo
Nadie sabe cuánto costará organizar los Juegos Panamericanos. Algunos hablan de S/. 4,000 millones, pero seguro que acabará siendo el doble. Esto no es más que otra aventura estatal estrafalaria y costosa montada alrededor del patrioterismo más pueril. No hay otro argumento que lo sustente. ¿De qué nos sirve organizar estos juegos? Los patrioteros dirán que seremos la vitrina del mundo, lo cual es mentira. Estos juegos no le interesan ni a la décima parte del planeta. Ni siquiera en el Perú gozan de sintonía. Solo se informa si algún deportista peruano logra una “hazaña”. Así que por el lado del turismo no nos favorecerá y, desde luego, tampoco desde el lado deportivo. Paremos de soñar.
Algunos dicen que nos quedará infraestructura deportiva. Tal vez, pero no sé si la usarán. La experiencia reciente a nivel mundial revela que solo quedan grotescos monumentos al despilfarro estatal. Este no es un país amante del deporte, por más que así lo quieran pintar algunos ilusos a quienes les encanta la “promoción del deporte”. Todo lo que es “promoción” no pasa de ser otra pose política buenista con gasto inútil de dinero público. Si no veamos cómo están las incontables ciclovías de la ciudad. A unos alcaldes se les ha metido en la cabeza que deben “promover” el ciclismo y han empezado a cercenar vías principales para hacer ciclovías que al final solo usan cuatro gatos en domingo. Las autoridades están para resolver problemas concretos y no para “promover” conductas o valores.
El Perú tiene los servicios públicos colapsados. Cada vez que veo noticias de un hospital en crisis sanitaria creo que se trata de Venezuela; pero no, resulta siendo el Perú. Tenemos medio siglo de retraso en infraestructura básica. Solo la cuarta parte de la carretera Panamericana, la más importante del país, es una autopista de doble carril por lado. Una vergüenza monumental. Y si hablamos de la ciudad capital la cosa es aún más paupérrima.
Para el centenario de la Independencia, el presidente Augusto B. Leguía remozó la ciudad de Lima, dejándola como una joya internacional. Me sorprende que a pocos años de cumplirse el bicentenario, a este gobierno le tenga sin cuidado la ciudad capital. De todas sus metas líricas para el 2,021 no hay una sola mención concreta referida a Lima. Absolutamente nada, como si todo estuviera muy bien. Sin embargo estamos en una ciudad asfixiada a muerte por la falta de infraestructura vial. La central av. Arequipa va a cumplir un siglo con un solo paso a desnivel, cuando ya necesita al menos cinco. En pleno siglo XXI todavía carecemos de viaductos elevados, y la gestión del transporte público es realmente patética. Cada día malgastamos varias horas detenidos por el tráfico mientras los vehículos queman toneladas de combustible. Todo esto es un despilfarro de dinero que nos hace más pobres. Lo sorprendente es que a nadie le importa esta situación. Por lo menos no a este gobierno.
Por otro lado, tampoco entiendo esta obsesión ridícula con las competencias deportivas. Han acabado convertidas en otra muestra de patrioterismo, para que la gente se entusiasma por las proezas de sus representantes. Y solo para sentir la adrenalina de un triunfo quieren que el Estado gaste dinero público en los deportistas. Esto ha llevado a desvirtuar lo que son las competencias deportivas. En realidad todo empezó cuando los gobiernos comunistas metieron las manos en estas competencias, instalando fábricas de atletas destinados a ganar medallas olímpicas como propaganda para el régimen. El gobierno chino incluso fue denunciado por mantener un sistema de esclavitud y tortura de niñas en su obsesión de crear campeonas olímpicas. Ya no es raro descubrir artimañas generadas por este obsesivo afán deportivo convertido en competencia política; por ejemplo, el empleo de anabólicos. La política pervierte todo lo que toca y las competencias deportivas internacionales ya han dejado de ser inocentes exposiciones de la cultura deportiva de las naciones. Sirven más para alimentar el morbo de los tontos.
El Perú es un país subdesarrollado con numerosas urgencias críticas. No estamos para malgastar miles de millones en frivolidades del primer mundo. Declinen de esos juegos y dediquen ese dinero a salvar la ciudad capital, por lo menos.
Dante Bobadilla
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