Francisco Swett
De Sarajevo a Bagdad
Habrá guerra cibernética, atentados terroristas y amenazas nucleares
El nacionalismo es el hilo conductor de los conflictos que, desde doscientos años atrás, configuran los ciclos de la historia contemporánea. La ideología nacionalista tomó su presente forma con la Revolución francesa (1789), culminando con el congreso de Viena (1815). El siglo XIX vio la independencia de las antiguas colonias españolas, las revoluciones europeas, la unificación de Alemania e Italia, el esplendor del Imperio británico y la creciente presencia de los Estados Unidos como gran potencia; vio también el surgimiento del nacionalismo otomano en la provincia de Bosnia que, habiendo sido anexada al Imperio Austro-Húngaro, era reclamada por Serbia. Culminó el ciclo con el asesinato del Archiduque Franz Ferdinand, heredero del trono, y de su esposa, por parte de un jovenzuelo bosnio, Gavrilo Princip, quien lejos estaba de pensar que al aplastar el gatillo propiciaría la Primera Guerra Mundial con la consecuente pérdida de dieciocho millones de vidas.
Ha pasado un siglo y las relaciones entre los estados-naciones continúan cambiantes, de acuerdo a sus intereses, conveniencias geopolíticas e ideologías. Estados Unidos e Irán eran aliados en los tiempos del Shah, y su caída del poder propició el desencuentro con el líder islámico Ayatolá Jomeini, quien estableció el régimen teocrático, tiránico en la mejor tradición persa, que rige al país hasta hoy. El asalto a la embajada americana en Bagdad la semana pasada revistió por ello un simbolismo inaceptable, reminiscente de lo ocurrido en Teherán entre 1980 y 1982, cuando cincuenta y dos miembros del personal diplomático quedaron en calidad de rehenes de la pugna instaurada entre los dos países por 444 días.
La opción política y diplomática es, normalmente, preferible a la guerra. Trump ha sido consistente en proclamar una y otra vez que su aislacionismo ( “América primero”) significa, entre otras cosas, terminar con el estado permanente de guerra en que se desenvuelve la realidad americana. Mas el resultado final de su pugna de palabras con Irán ha sido el de soltar a los perros de la guerra desde el momento en que aprobó el asesinato del general Soleimani, el militar más prominente de ese país, cercano al ayatolá Jamenei y potencial presidente de la nación persa. Soleimani fue el mentalizador de la estrategia de expandir la influencia de Irán como potencia regional en Líbano, Gaza, Siria, Irak y Yemen. Sus excursiones, inclusive, han llegado a nuestra región: en Buenos Aires, con el atentado terrorista del edificio de la comunidad judía en 1992; en Venezuela, con su posicionamiento como socio comercial y estratégico de Chávez y Maduro; y en el Ecuador de Correa y la Bolivia de Morales, con adicionales cabezas de playa.
Los iraníes aseguran que habrá represalias, al tiempo que Trump les advierte que tengan cuidado, pues les desatará todo el poderío americano de destrucción. Los iraníes aseguran tener blancos americanos vulnerables en los Emiratos, Bahréin, Arabia Saudita y el Golfo; aparte de Israel, país este último que no dudará en responder en forma devastadora para intentar limpiar, de una vez por todas, el peligro de los ayatolas. Habrá guerra cibernética, atentados terroristas, amenazas nucleares y toda suerte de actos de guerra, abiertos o soterrados, para sustentar la pugna.
Al momento los iraníes están unidos alrededor de la figura del “mártir”, El parlamento iraquí ha resuelto, entre tanto, la expulsión del contingente militar de Estados Unidos, lo que configura una eventual pérdida de la relación instaurada a partir de la guerra contra Saddam Hussein. Existen, finalmente, factores políticos de consideración en ambos lados de la mesa. Los ayatolas hace poco reprimieron violentamente las protestas contra la carestía de la vida que experimenta el pueblo, y la circunstancia actual les presenta un respiro necesario. Para Trump, embrollado como está en un proceso de impeachment concluido, la oportunidad se la pintan calva para ganar puntos en las encuestas, con miras al proceso electoral que se avecina.
Es de esperar que habrá resonancia proveniente de China y Rusia, y hay que dar por descontado que cualquier acto bélico de magnitud en esa región tendrá efectos globales negativos. Finalmente, rememorando a Carl von Clausewitz, siendo la guerra la extensión de la política por otros medios, nos enfrentamos a la culminación de un ciclo de la humanidad que ha visto los mayores actos de barbarie jamás perpetrados en nombre de las razas puras o de objetivos nacionales de dominio total.
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