Eduardo Zapata
De los nuestros a causitas
Sobre las jerarquías de control social
Años ochenta. Una Universidad confesional. Comentábamos entonces con un distinguido Maestro sobre los problemas matrimoniales de un profesor. Inocentemente se me ocurrió hablar de la esposa de otro amigo que de buen tiempo se había ido con otro profesor. Recibí una circunspecta respuesta imperativa: “De eso no se habla, es uno de los ´nuestros´ “. Y así fuimos aprendiendo –los que nos incorporábamos a la aventura docente– que existían nihil obstat para referirse a asuntos sensibles: si el hecho comprometía a un extraño, era posible hablar. Lo otro se callaba. “Los nuestros”, entonces. Y no era aún una categorización política. Era simplemente amical, ciertamente con connotaciones elitistas.
Y ocurría que en la misma universidad las palabras para referirse entre colegas también se guiaban por una suerte de catecismo. También excluyente e incluyente. Porque la voz ´amigo o amiga´ se permitía a alumnos lejanos de la categoría de ´los nuestros´. En verdad era una voz que –por expresar avidez de cercanía inconsulta- no era bien vista. Mejor era el ya combativo ´compañero´ o, mejor aún, impersonalizar el trato.
Mucho, muchísimo más tarde, los ´hermanitos´ aparecieron en la casa de estudios. Con lo cual el código exclusivo o de adhesión para pertenecer connotaba sombras más que sombrías.
Por eso cuando escuché hace poco a una dama decir “Soy caviar”, sonreí. No sabía esa señorita que para ´sus amigos´ ella no aplicaba al término. De hecho estaba segregada por sus modales y nivel intelectual. A lo más podría aspirar a ser usada como aplicación para obtener grants de la cooperación internacional.
Y hoy se generalizan allí el cuñao o el más comprometedor causa. Al parecer el nihil obstat ha cedido en sus estándares. Porque cuñao connota una asociación imaginariamente parental mientras que causa resulta hasta lenguaje canero.
Podría hablarse de transparencia y de adecuación a la norma lingüística. Pero no. Subyace el concepto ´los nuestros´ para quienes detentan Poder. Y se cultiva la referencia a ´extraños´ de otras regiones o lugares llamándolos ´hermanos´. Por supuesto hermanos de Comas o de Puno; obvio no hay hermanos de Miraflores, San Isidro o La Molina.
Hay pues una categorización de jerarquías y de control social en estas denominaciones. Que habrán de traducirse en nombramientos y promociones de profesores, becas y viajes o tratos preferenciales.
Simbólico que el crematístico término ´hermanito´, así como ´causita´, irrumpan junto con las escandalosas consultorías o asesorías de la nada.
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