Jorge Varela
Cultura y libertad
Dos hermanas gemelas
Para Mario Vargas Llosa la cultura es algo que impregna todas las actividades de la vida –en lo social, lo político, lo económico, lo religioso, lo artístico, lo sexual–, determinando la naturaleza y evolución de las costumbres (La civilización del espectáculo). Otro intelectual que ha descrito con gran conocimiento en qué consiste la cultura, desde un punto de vista complementario e integrador, es Gilles Lipovetsky, un pensador francés que la analiza con rigor y profundidad en libros como La era del vacío o El imperio de lo efímero. No es posible pues, conocido el tonelaje de ambos, eludir el rico intercambio de ideas que ellos sostuvieran en el Instituto Cervantes en abril de 2012.
Desde la perspectiva de la sociedad del espectáculo teorizan sobre la cultura y lo que ésta significa para el hombre moderno: “un nuevo absoluto” que viene a suplir lo que la religión ha dejado de entregar.
La cultura de la diversión en el universo del consumo
Lipovetsky al inicio del diálogo le dice a Vargas Llosa: “cuando advertimos lo que es la cultura en el universo del consumo, en el universo del espectáculo… la cultura se convierte en una parte del consumo, en una célula del consumo. Ya no estamos esperando a que la cultura cambie el mundo, como pensaba Rimbaud. Esa era la tarea de los poetas”. “De la cultura lo que esperamos es divertimento, una diversión un poco más elevada, pero fundamentalmente hoy lo que cambia la vida es el capitalismo, es la técnica. Y la cultura viene a ser la aureola de todo esto”.
Civilización del espectáculo y vacío espiritual
A su turno, Vargas Llosa interviene para destacar algunos aspectos negativos de la civilización del espectáculo. Por ejemplo, señala que el desplome de la alta cultura ha significado el triunfo de una gran confusión. “Con la alta cultura se han desplomado ciertos valores estéticos…unas ciertas jerarquías que la vieja cultura había establecido”. Eso hoy prácticamente no existe. Luego prosigue: “Por una parte se puede decir que es extraordinario porque significa que en la actualidad tenemos en el campo de la cultura una libertad infinita. Pero dentro de esa libertad también podemos ser víctimas de los peores embaucamientos. Un embaucador puede divertirme… pero si la cultura significa mucho más, entonces sí es preocupante”. “Yo creo que la cultura significa mucho más; y no solamente por el placer que produce leer… sino porque el tipo de sensibilidad, el tipo de imaginación, el tipo de apetitos y deseos que la alta cultura, el gran arte, producen en un individuo lo arman y equipan para vivir mejor: para ser mucho más consciente de la problemática en la que está inmerso, para ser mucho más lúcido respecto a lo que anda bien y a lo que anda mal en el mundo”.
¿El puro entretenimiento es capaz de armar a una sociedad para enfrentar todas esas problemáticas?, pregunta nuestro Premio Nobel. Su respuesta es que la mejor manera de contrarrestar la deshumanización, es la exigencia de “una rica vida cultural”, “si no queremos llegar a algo a lo que desgraciadamente la sociedad contemporánea está llegando: a un vacío espiritual”.
La violencia y el desplome de la alta cultura
A diferencia de Lipovetsky, Vargas Llosa sostiene: “No creo que la civilización del espectáculo haya traído paz. La violencia está ahí, es una presencia constante en nuestras ciudades… hay una violencia que se manifiesta en los crímenes de género y en todo tipo de discriminación. Hay fantasmas que nacen, por ejemplo, con la crisis económica que se traducen en xenofobia, en racismo y en discriminación”. “Está presente la violencia contra las minorías sexuales, por ejemplo”.
Y todo eso, ¿a qué atribuirlo?, ¿cómo explicarlo? Desde su punto de vista uno de los factores en los que esa violencia se manifiesta de manera tan cruda, sin contrapesos y sin frenos, “es precisamente el desplome de la alta cultura, que es la que enriquece la sensibilidad, la que de alguna manera nos lleva a preocuparnos por los grandes temas; una cultura que, además de ser entretenida, sea preocupante, inquietante, que genere en nosotros inconformidad y un espíritu crítico”.
Cultura, libertad y democracia
Vargas Llosa precisa que “una cultura rica y altamente creativa solo puede ser libre”. “Si ella desaparece es porque ha desaparecido la libertad en el seno de esa sociedad. Esa libertad puede desaparecer, desde luego, en razón de un régimen autoritario… pero puede desaparecer también de otras maneras: a través de la frivolidad y el esnobismo, puede irse degradando cada vez más si llegamos a creer que para cierta gente Joyce, Eliot o Proust son absolutamente inútiles e inservibles. Ese tipo de pensamiento es muy peligroso”.
“La alta cultura es inseparable de la libertad. Porque la alta cultura ha sido siempre crítica, ha sido siempre resultado del inconformismo y fuente de inconformidad. No se puede leer a Kafka, a Tolstói o a Flaubert sin convencerse de que el mundo está mal hecho”. “Esto crea en nosotros un sentimiento tremendo de inconformidad, de resistencia y de rechazo de la realidad real. Esa es la fuente principal del progreso y de la libertad… fundamentalmente en el campo de los derechos humanos y de las instituciones democráticas. La defensa de la alta cultura está ligada a esa gran preocupación por la libertad y por la democracia”.
“La cultura nos dio suficiente sensibilidad, suficiente racionalidad para hacernos conscientes de aquello que andaba mal a nuestro alrededor. Fue la cultura la que nos hizo entender que la esclavitud era injusta y que había que acabar con ella, que el colonialismo era injusto y que había que acabar con él”. “La alta cultura nos defiende contra los totalitarismos, contra los autoritarismos, pero también contra los sectarismos y contra los dogmas”.
La educación: el instrumento fundamental
Para Vargas Llosa lo que falta es eso que denomina una ‘vida espiritual rica’; es ahí en donde justamente la cultura debe jugar un papel fundamental. A su juicio, la educación debe ser uno de los grandes instrumentos a través de los cuales la sociedad moderna puede llenar el vacío espiritual. “Es ahí en donde tenemos que trabajar… La educación es absolutamente fundamental, pero junto a la educación también son fundamentales la familia y el individuo, y todo eso requiere que haya ciertos consensos a la hora de desarrollar los programas que deben regular la vida de nuestras escuelas, de nuestros institutos y de nuestras universidades”. “Sobre esto existe una extraordinaria confusión”. “En todo caso creo que, aunque las discrepancias puedan ser numerosas en la superficie, en lo profundo, Gilles y yo estamos de acuerdo en que hay que leer a Proust, en que hay que leer a Joyce, en que hay que leer a Rimbaud, en que lo que hizo Kant, lo que hizo Popper o lo que pensó Nietzsche son cosas valiosas en esta época, y pueden ayudarnos a diseñar estos programas de educación de los que depende que la sociedad del futuro sea menos violenta y menos infeliz que la de hoy”.
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