Aldo Llanos
Cristianismo y política
De la esencia del cristianismo a la acción política
¿Cómo es que los cristianos hemos sido convencidos tantas veces de identificar la esencia del cristianismo con un proyecto sociopolítico? ¿Por qué muchos creímos tan fácilmente en el proyecto político pelagiano, maurrasiano , liberacionista, neocon y teopopulista?
Pienso que muchas veces hemos caído rendidos ante esos cantos de sirena por una deficiente comprensión de nuestra propia fe, olvidando lo que advirtiera San Pablo VI: “Una misma fe no puede dar lugar a un mismo compromiso político”. Y es que del mismo modo en que concebimos el cristianismo, concebiremos nuestra acción política.
Sin embargo, tal y como lo remarca el Papa emérito Benedicto XVI: “La tentación más grande que viven los cristianos es la reducción del cristianismo a principios morales”. Y esto es precisamente lo que nos lleva a perder el rumbo en la política. En efecto. Para Benedicto XVI, cuando se disocia y se abandona la dimensión contemplativa, que es mística y sacramental, surgen los moralismos, escalan las ideologías y proliferan los activismos. Por esa vía se llega a confundir el hacer con el creer, y se oscurece el reconocimiento de la esencia del cristianismo.
En ese sentido, la esencia del cristianismo no es la moral cristiana ni la restauración del orden social cristiano (que en no pocas ocasiones está relacionado con un apoyo a los gobiernos del tipo monárquico) ni tampoco una doctrina del “buen vivir”. La esencia del cristianismo es la persona viva de Jesucristo, que no puede ser agotada por ninguna teoría.
¿Y cómo deberían ser los cristianos que se lanzan a la política partidaria activa? Pues muy cristianos. Y eso no significa primordialmente tener una hoja de vida inmaculada o un testimonio poderoso de coherencia moral sino y, sobre todo, dar testimonio de la persona de Jesucristo que apuesta por mí, aunque yo sea incoherente, aunque “no dé la talla”. De acuerdo a esto, todas mis debilidades y fragilidades personales son asumidas por el poder y misericordia de Dios, ¡el único “bueno”! (Marcos, 10:18).
Llegados a este punto, podríamos recordar esa frase de Benedicto XVI en su Deus Caritas est que dice: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética, o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
Entonces, si esto es así, debemos reconocer que nadie se salva por el ejercicio de sus virtudes humanas (por más bueno que esto sea), ya que las virtudes no salvan a nadie por sí mismas, sino que somos salvados por la misericordia de Dios. Luego nos daremos cuenta de que la política, por más que sea “el más noble de todos los oficios”, no es el factor clave de nuestra redención, como tampoco lo es el reinado social de Jesucristo como proyecto.
(continuará)
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