Corrupción y traición

El gobierno de las izquierdas, presidido por Pedro Castillo, se encuentra sumergido en su propia corrupción. Quien se encuentra en Palacio de Gobierno evita tratar con la prensa, que lo único que hará es transmitirle las preguntas que se formula la ciudadanía. Una de ellas es ¿realmente considera Castillo que se puede implementar políticas públicas si cada tres meses, en promedio, se nombra un nuevo ministro en cada sector?

Otra podría ser: ¿por qué designa como titulares de carteras ministeriales a personas que desconocen el sector, inexpertas y hasta con pasado en actos delictivos que olvidaron mencionar en sus respectivas declaraciones juradas? ¿Alguien podría padecer de un nivel de amnesia que lo lleve a olvidar que fue sentenciado y detenido? Su anterior y efímero primer ministro, el congresista Héctor Valer, ha responsabilizado a los asesores del mandatario. En consecuencia, la pregunta sería ¿por qué el presidente se rodea de asesores tan poco competentes? ¿Por qué se deja conducir por ellos?

Lo cierto es que Castillo está demostrando ineptitud en la administración de la cosa pública. Por lo tanto, está afectando los intereses nacionales y poniendo al Perú y a la ciudadanía en una situación de máxima indefensión; ya sea porque eventualmente logró infiltrar a las Fuerzas Armadas con las personas que deseaba que sean promovidas (sin tener en cuenta las recomendaciones de los altos mandos de las instituciones militares); o porque logró descabezar a la Policía Nacional, tal como lo hicieron en su momento los gobiernos previos. Tengamos presente que todo esto afecta a la población, por el incremento de los niveles de inseguridad ciudadana.

Otra preocupación adicional sería que todo lo acontecido termine por afectar –inclusive– la seguridad nacional; lo que, más allá de la formalidad de lo establecido en la norma, estaría configurando una traición a la patria. Claro está, que la presencia de asesores extranjeros no es perniciosa en sí misma, pero si ellos reportan a sus respectivos estados nacionales sí serían actos de infiltración y presencia en hechos propios y exclusivos del gobierno peruano.

Lo que llama poderosamente la atención es que el profesor Castillo se jacte de no acceder voluntariamente a los medios de comunicación ni a las redes sociales. En consecuencia, cabe preguntarse ¿cómo se informa el presidente? Y también si quienes lo informan realmente le están comunicando los acontecimientos sociales y políticos más relevantes y de interés para el país.

La desaprobación a su gestión alcanza niveles cada vez mayores, lo que abona en favor de la ingobernabilidad. Por eso hay quienes manifiestan que no se trata de desconocimiento, sino de la voluntad del mandatario de generar una creciente inestabilidad que le facilite la imposición de un gobierno de corte autoritario y que vulnere el equilibrio de poderes.

Varios de los ex ministros de Castillo han manifestado que existe un gabinete en la sombra; es decir, que son los integrantes de ese gabinete en la sombra quienes verdaderamente toman las decisiones. Lo que no queda claro es si lo hacen en beneficio propio, lo que explicaría las constantes denuncias de corrupción, o si lo hacen porque están al servicio de intereses foráneos.

La historia reciente registra que varios gobiernos en Latinoamérica traicionaron a sus respectivos países para ponerse al servicio de la corrupción. Y pese a haber aceptado ser partícipe de actos de corrupción, esta constructora sigue operando, también en el Perú. ¿El gobierno del profesor Castillo suscribirá contratos con la corrupta firma brasileña, ahora que el complaciente Poder Judicial le ha abierto las puertas para su retorno?