Eduardo Zapata
Construir o reconstruir (con visión de futuro)
Un Estado que garantice la inclusión en la superación de la pobreza
El Estado, en tanto construcción simbólica, es un producto. Como tal, está inmerso en la oferta y la demanda. Sometido al consumo, a la constante verificación de su eficiencia e inevitablemente sometido a la obsolescencia, al desgaste.
La atención al mercado no significa solamente qué signos utilizo para vender un bien o servicio, sino también compromete la conceptualización misma del producto. Si vale la pena hacerlo y qué características debe tener.
En la lógica de la producción y consumo de signos, y para que el signo se posicione e institucionalice entre los usuarios, nadie prescinde de estos para la construcción misma del bien o la configuración del servicio. De hecho, a nadie se le ocurre definir un producto y sus características si no es trazando un perfil de expectativas del consumidor.
Si aceptamos que el Estado es una construcción simbólica que implica el establecimiento de una serie de funciones, redes y relaciones políticas y sociales entendidas como un vehículo de acción colectiva para la solución de problemas públicos, las funciones, relaciones e instituciones para la solución de esos problemas no pueden siquiera conceptualizarse sin tomar en cuenta aquello que puede ser percibido como útil, aceptado por el usuario y consecuentemente creíble y sustentable. Es urgente, entonces, conocer anticipadamente las condiciones semióticas en que se desarrollará el consumo de signos.
Entre 1960 y 1970, brillantes académicos —que no se conocían entre sí y que condujeron investigaciones por separado en las prestigiosas universidades de Toronto, Harvard, Yale, Cambridge y La Sorbona— pusieron en evidencia que cada vez que había habido un cambio en los instrumentos comunicativos de la humanidad (palabra hablada y escritura) se produjeron profundas modificaciones no solo en el modo en el que los seres humanos interactuaban entre sí, sino también en los modos de organización social y hasta en la propia gnosis. Cabe citar al respecto los trabajos de McLuhan, Havelock, Goody y Watt, Mayr y Levi Strauss.
Fue Alvin Toffler quien formalizó estas investigaciones al señalar que cuando se producía un cambio en la tecnósfera (tecnología comunicativa), inevitablemente se producían cambios en la sociósfera (organización social: desde la familia hasta el Estado) y en la infósfera (gnosis y universo axiológico).
La investigación lingüística y semiológica de un lado, así como los trabajos en laboratorio realizados desde las neurociencias, han terminado por confirmar este aserto. Individuos, modos de interacción e instituciones sociales se transforman por efecto de la lógica introducida por cada tecnología de la información. Citamos como referencia los trabajos de Raymond Colle, Gary Small, Gigi Morgan, R.P. Abelson, Susan Greenfield y F. Huttenlocher, entre otros.
Ocurre que el Estado —como lo hemos adelantado ya— es una construcción simbólica que implica el establecimiento de una serie de funciones, redes y relaciones políticas y sociales, entendidas como un vehículo de acción colectiva para la solución de problemas públicos. Y ocurre —como también se adelantó— que ese Estado se materializa para el ciudadano como un sistema de signos que provee instrucción en orden a la convivencia civilizada.
De donde se extrae la conclusión de que si se desea asegurar conectividad/confianza entre Estado e individuo, así como institucionalidad y gobernabilidad, es indispensable preguntarse acerca de los grados de predicatividad, gratificación y economía que actualmente ofrecen los signos que exporta el Estado peruano, tomando en cuenta que este opera con usuarios adscritos a tecnósferas de la palabra hablada, de la palabra escrita y de la electronalidad. Con las implicancias que esto conlleva sobre la sociósfera y la infósfera.
Ad portas de una reconstrucción que todos esperamos inteligente y prospectiva, deseamos el trazo de un Estado que no perpetúe la exclusión sino que garantice la inclusión en la superación de la pobreza.
Nuevas vías serán necesarias para integrar personas, mercados y culturas. No bastará reconstruir el ayer.
Eduardo E. Zapata Saldaña
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