Eduardo Zapata
Conocimiento, ciencia y tecnología como canchita
Sobre tesis y títulos universitarios dudosos
Al César vallejiano del Norte se le atribuye el ofrecimiento de ´plata como cancha´. Al modesto y plebeyo que ocupa la presidencia, le podemos atribuir el ofrecimiento de ´canchita como cancha´.
Y es que su reiterado ofrecimiento de ingreso libre a las universidades no solo constituye una propuesta demagógica más a las que nos tiene acostumbrados, sino expresión de una valoración que su supuesto gobierno tiene sobre el valor de la meritocracia.
Más allá de que sería difícil logística, presupuestaria y sobre todo académicamente permitir el ingreso a los 400,000 estudiantes que egresan de secundaria cada año resulta evidente que el inquilino presidencial no valora para nada en realidad ni el conocimiento, ni la ciencia, ni la tecnología. Pues todo ello supone esfuerzo y contrastación de atributos y talentos. Reconocimiento de méritos. La designación de ministros de una pobreza profesional y moral no hace sino reafirmar lo dicho.
Él mismo está incurso en esa mediocridad. No por ser César o plebeyo, sino por ignorante. Y por haber aceptado un reconocimiento académico oficial del César sin los requisitos mínimos que la ley exige. Tal vez hasta aparezcan certificados de estudios fantasiosos, pero ¿alguien puede creer que el personaje Castillo sabe algún otro idioma que no sea aquel propio? El César vallejiano, el plebeyo Castillo y la preclara y moral Beatriz Merino nos deben una explicación.
¡Yo acuso! Dijo Émile Zola ante los infundios que acusaban a Dreyfus de traidor. Y aquí lo hago como hombre de universidad por muchos años. Pues a este paso no sería extraño que en búsqueda de la adhesión juvenil nuestro cuestionado soberano ofrezca uno de estos días ´grados y títulos como cancha´. Total, sería coherente pues al estar los libros en la nariz –como él lo ha dicho– no se requiere leer nada para obtener reconocimientos académicos. No nos preocupemos, entonces, de los plagios y copias de una señora ministra. Sería hasta un mérito.
Lo grave del asunto es que sin conocimiento no hay gobernanza. No basta el olfato para gobernar. Y sin conocimiento menos puede haber ciencia y tecnología. ¿Para qué crear, pues, un ministerio ad hoc?
La sucesión de escándalo tras escándalo nos haría pensar en que tal vez el señor Castillo cree que ofrecer ´canchita como cancha´ para verlos en TV haga intrascendente el escándalo anterior. Y eso sería ya la falta de moral definitiva.
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