Neptalí Carpio
¿Cómo reformar el capitalismo amañado de hoy?
Si queremos preservar nuestra libertad y nuestra democracia
El título de este artículo pertenece a Martin Wolf, columnista del diario británico The Financial Times. Confirma la opinión creciente entre aquellos economistas liberales que son plenamente conscientes de que el capitalismo de hoy tiene que procesar una profunda reforma. Contrariamente a quienes quieren achacarle a otras corrientes de la economía, los problemas por los que pasa el capitalismo a nivel mundial, Wolf señala que el enfoque de la economía de mercado requiere profundos cambios. Invoca a la urgencia de abordar la debilitada competencia, el endeble crecimiento de la productividad, la elevada desigualdad y la degradada democracia. La falta de competencia ha perjudicado a los consumidores, precisa.
El articulista del diario londinense propone sugerentes reformas en el ámbito del funcionamiento del sistema capitalista mundial, pero señala, como condición previa, la necesaria reforma de la política. Si las cosas permanecen como están, es probable que el desempeño económico y político empeore hasta que nuestro sistema de capitalismo democrático se derrumbe, total o parcialmente. No debemos aceptar el statu quo. No funciona y tiene que cambiar. Nuestras democracias necesitan ser renovadas. Probablemente las preocupaciones más importantes son las referentes al papel que desempeña el dinero en la política y cómo funcionan los medios de comunicación. Si el dinero compra políticos, esto es plutocracia, no es democracia. Necesitamos financiación pública de los partidos, una total transparencia de la financiación privada y también un uso mucho mayor de los foros consultivos.
Wolf señala que es evidente, por lo tanto, que en aquellos Estados en los que la clase media es numerosa, existen las condiciones para la vigencia de las constituciones. Así, Aristóteles resumió su análisis de las ciudades-Estado griegas. La estabilidad de lo que actualmente llamaríamos “democracia constitucional” depende del tamaño de su clase media. Pero no es casualidad que EE.UU. y el Reino Unido, donde predominaban estables democracias desde hace mucho tiempo, hoy sucumben a la demagogia y sean los países más desiguales de los países occidentales de altos ingresos.
El análisis de Wolf parte de un diagnóstico de lo que denomina el “capitalismo amañado” (otros liberales lo llaman el “capitalismo de compinches”). Se requiere una dinámica de economía capitalista que les brinde a todos una creencia justificada de que pueden compartir los beneficios. Sin embargo, tenemos con mayor frecuencia un inestable capitalismo rentista, una debilitada competencia, un endeble crecimiento de la productividad, una elevada desigualdad y, no por casualidad, una democracia cada vez más degradada.
¿Qué hacer para revertir esta situación? Para Martín Wolf, la solución no está en derrocar la economía de mercado, deshacer la globalización o detener el cambio tecnológico. La solución está en hacer lo que se ha hecho otras veces durante los últimos dos siglos: reformar el capitalismo para recrear su vigencia. Si queremos que todo siga igual, todo debe cambiar. Si queremos preservar nuestra libertad y nuestra democracia, debemos acoger el cambio. Y a continuación Wolf propone cinco áreas de política que deben abordarse.
El primer rubro de cambios que propone Wolf se refiere a la necesaria competencia. Citando el libro de Thomas Philippon, La gran reversión, demuestra hasta qué punto se ha debilitado la competencia en EE.UU. Esto no es el resultado de fuerzas inevitables, sino del abandono de una política de activa competencia. Los mercados estadounidenses se han vuelto menos competitivos: la concentración es muy alta y las tasas de ganancias son excesivas. Además, esta falta de competencia ha perjudicado a los consumidores y a los trabajadores estadounidenses: ha conducido a precios más elevados, a una menor inversión y a un menor crecimiento de la productividad. En un artículo sobre la reducción de las desigualdades, en una colección invaluable titulada “Más allá del Brexit: un programa para la reforma económica del Reino Unido”, Russell Jones y John Llewellyn han sostenido que la concentración y los márgenes de beneficio también han aumentado en el Reino Unido.
Wolf señala que en la pasada década Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft, de manera combinada, llevaron a cabo más de 400 adquisiciones a nivel mundial. Las compañías dominantes no deberían tener total libertad de acción para comprar a los rivales potenciales. Un mercado y un poder político como esos son inaceptables. La renovación de la política de competencia debe comenzar con la suposición de que las fusiones y adquisiciones deben justificarse adecuadamente.
La segunda área de cambios, para Wolf, es la de las finanzas. Una de las conclusiones más sorprendentes del economista Philippon es que el costo unitario de intermediación financiera no ha disminuido en EE.UU. en los últimos 140 años, a pesar de los avances tecnológicos. Este estancamiento en los costos, por desgracia, no ha resultado en estabilidad financiera. También existe evidencia de que en la actualidad simplemente hay demasiado crédito y demasiada deuda. Aquí también existe la posibilidad de implementar soluciones radicales: aumentar sustancialmente los requisitos de capital de los intermediarios bancarios, al tiempo que se reducen las intervenciones prescriptivas; y de manera crucial, eliminar la deducibilidad fiscal de los intereses, de modo que el financiamiento de la deuda esté a la par con el capital.
Wolf propone una tercera área de cambio relacionadas al rol de las corporaciones. La sociedad anónima de responsabilidad limitada fue un gran invento, pero también es una entidad altamente privilegiada. El enfoque limitado en maximizar el valor para los accionistas ha exacerbado los perjudiciales efectos secundarios. Como argumenta el informe “Principios para negocios con propósito”, de la Academia Británica, “el propósito de los negocios es resolver los problemas de las personas y del planeta de manera rentable, y no beneficiarse de causar problemas”. Eso es obvio. También es inútil depender solo de las regulaciones para que nos salven de las consecuencias del miope comportamiento comercial, particularmente cuando las empresas utilizan sus vastos recursos para cabildear al otro lado. La Business Roundtable –una asociación estadounidense de líderes empresariales– ha reconocido este hecho. Necesitamos nuevas leyes para producir los cambios necesarios, precisa el articulista de The Financial Times.
La cuarta área de cambios es relativa a la desigualdad. Tal como lo advirtió Aristóteles, más allá de cierto punto, la desigualdad es corrosiva. Hace que la política sea mucho más caótica, socava la movilidad social, debilita la demanda agregada y frena el crecimiento económico. El reciente libro de Heather Boushey, Unbound (Desatado), explica todo esto con convincentes detalles. Para abordar la desigualdad se requerirá una combinación de políticas: una proactiva política de competencia; ataques en contra de la elusión y la evasión de impuestos; un reparto más justo de la carga tributaria en muchas democracias de hoy; más gasto dedicado a la educación, especialmente para la de los muy jóvenes; y activas políticas de mercado laboral, combinadas con aceptables salarios mínimos y con créditos fiscales. EE.UU. cuenta con una deficiente participación en la fuerza laboral por parte de adultos en edad productiva, a pesar de los mercados laborales no regulados y de un mínimo estado benefactor. Es posible obtener resultados mucho mejores.
Por lo visto, los economistas liberales de nuestro medio, deberían tener bien presente estas recomendaciones.
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