Jorge Varela
Chile: plebiscitos y veredictos opuestos
Obstáculos que le impiden alzar vuelo
Hace más de 4 décadas (en 1980) los habitantes de una nación austral aprobaron, mediante un sí, el texto primitivo de la Constitución aún vigente. Habían transcurrido siete años desde el quiebre violento de la democracia. La Constitución era cuestionada por su ilegitimidad de nacimiento desde los denominados sectores democráticos, se inició un trabajo político persistente, propio de leñeros rudos, para echarla abajo y promulgar una nueva Carta básica.
En 1989, un año después que la ciudadanía dijera no a la permanencia en el poder del general Augusto Pinochet, se introdujo una primera serie de cambios a la mencionada Constitución, ratificados por la ciudadanía. Luego durante el gobierno del presidente Ricardo Lagos en plena etapa de consolidación democrática, la coalición política gobernante (época de la Concertación) concretó la denominada ‘gran reforma’ (en 2005). Después vinieron muchas más.
Plebiscitos y veredictos opuestos
En el curso del último sexenio dicho zarandeado cuerpo jurídico fundamental de 1980 y sus numerosas modificaciones (69 leyes de reforma a junio de 2023) ha resistido numerosos embates hasta arribar a la convocatoria de dos plebiscitos con veredictos absolutamente opuestos. Ambos fueron producto de un acuerdo político transversal destinado a calmar la insurgencia social anárquica (con características de revuelta) que estallara el 18 de octubre de 2019. En el primero se aprobó el llamado a una Convención Constitucional que debía elaborar un nuevo texto de Ley Fundamental (octubre de 2020) y en el segundo (4 de septiembre de 2022) se rechazó el proyecto emanado de dicha Convención mediante una votación obligatoria categórica y apabullante de la ciudadanía.
En la contingencia actual un Consejo Constitucional elegido en mayo de 2023, asesorado por una Comisión de Expertos, ha terminado de afinar los detalles de un nuevo proyecto que deberá ser sancionado plebiscitariamente el próximo 17 de diciembre, en un clima de decepción, cansancio y hastío ciudadano.
De tan largo itinerario se deduce que la nave austral ha oscilado de babor a estribor, reflejo de una grave crisis de representación y descrédito de su clase política y de su casta académica.
Prevalencia de lo negativo
Que a nadie sorprenda el auge del populismo, la irrupción de falsos redentores, el ocaso de las posiciones centristas, la radicalización de sectores de izquierda siniestra, el extravío de aquellos delirantes que añoran la revolución, el anquilosamiento del viejo marxismo aturdido en su cabeza después de la caída del muro, la carencia de líderes visionarios, lúcidos, sanos, inmunes a la corrupción.
La pregunta es: ¿qué mueve a una sociedad a inclinarse de modo repetitivo por opciones negativas? en momentos claves de su devenir. ¿Qué hay detrás de estas decisiones?, más allá de consideraciones de carácter objetivo que las validarían. ¿Qué ideas, sentimientos o pasiones prevalecen? ¿Qué tormenta psíquica tiene lugar en la mente de cada ciudadano en particular? que sumada a la de otros miembros del cuerpo social provoca desaciertos contundentes y pronunciamientos colectivos fallidos.
Obstáculos que impiden alzar vuelo
Estamos frente una seguidilla de estertores discontinuos que perturban temporalmente el curso político de un país o quizás ante el presagio de una convulsión sin fin, lo que significaría la expresión de un repudio a la autoridad, a las instituciones, al poder, o una nueva forma de alteración y quiebre profundo de la estructura social del Estado.
En sociedades como las latinoamericanas la insurgencia social junto a la agitación ideológica extrema provocaron antaño la caída de gobernantes carentes de apoyo social y político mayoritario por la vía de golpes de estado tradicionales dirigidos por los mandos militares. Dada la naturaleza fáctica-antidemocrática de estas intervenciones los grupos y caudillos que se involucran en tomar por asalto el poder han evolucionado hacia formas sofisticadas de acceder al mismo, aprovechando la inestabilidad crónica de las instituciones republicanas que conforman el andamiaje del sistema para subvertir de este modo el pronunciamiento ciudadano.
Agotados los experimentos militaristas de izquierda o derecha, en atmósferas oscuras como las expuestas el pueblo cual rebaño desconcertado por la incertidumbre, busca un atisbo de luz que alumbre sus esperanzas. Es lo que explica sus titubeos, oscilaciones, andanzas y pasos en falso.
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