Iván Arenas
Castillo sigue allí
A pesar de tantas evidencias de corrupción en su Gobierno
Más de uno se pregunta cómo y por qué Pedro Castillo –a pesar de tantas evidencias de corrupción, de denuncias contra gente muy cercana a él– continúa como presidente de la República. Se ensayan diversas tesis; incluso algunos empiezan a decir que a la gente, al peruano común y silvestre, le “llega” que le roben. Las marchas convocadas y asistidas por políticos “tradicionales” en contra de Castillo y su “red de corrupción” no llenan las plazas. La indignación no sale a protestar, se quejan. La oposición no sabe qué hacer. Se les agotaron las balas.
Casi toda la izquierda chilena, aunque ruborizada, solía defender los yerros máximos del gobierno de Allende. “Este es un gobierno de mierda, pero es mi gobierno”, se leía en una plaza de Santiago. El votante de Castillo, aquel que votó conscientemente por el profesor, sabe de todos los yerros del chotano, que confunde el número y el género en una oración y que es casi la cabeza de una organización política inepta, la más inepta de los últimos 20 años. Pero lo defienden “porque es mi gobierno”. La izquierda política (desde Sigrid Bazán hasta Verónika Mendoza) simplemente se abstienen de opinar.
Castillo no ha nacionalizado, no ha estatizado ¿dónde está lo comunista? ¿Y entonces? ¿No se parece más acaso a un Humala II, pero sin los ministros de este? ¿Y sin los denominados caviares? ¿Sin la buena gerencia que hizo carrera en el Estado y ahora huyó despavorida? Sí, todo lo anterior es cierto; no obstante, vale decir que ganas no le han faltado para nacionalizar o estatizar. ¿Qué lo detuvo? Los mercados emergentes en los conos, la inmensa informalidad, la capacidad de movilización de los ciudadanos de los barrios mesocráticos; también algunos líderes emergentes, pero nada más. Sociología más que política. Entonces podríamos decir que estamos ante un Gobierno tipo Humala. Si digo Humala sería una insensatez. Es Humala II pero con ilegales al lado (ojo, no digo informales).
Honestamente, no estamos peor que Chile. Allá están a un paso de cambiarse de régimen. Y tampoco estamos igual que Colombia, donde Petro parece tener claro lo que quiere. Tampoco somos Argentina. ¿Qué sucedió entonces? Que aquí existe un consenso económico y cultural popular, en los peruanos plebeyos. Aquí el capitalismo bulle, y viene desde el mismo magma de la emergencia popular.
¿Cómo acabar con la polarización fujimorismo-antifujimorismo? ¿Volviendo a la batalla contra los jacobinismos colectivistas? ¿Cómo acabar con el fanatismo que confunde pasiones con razones, que es capaz de llegar a la irracionalidad en plena lid electoral? Eso es harina de otro costal.
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