Jorge Morelli
Casandras de mal humor
A pesar de sus pronósticos, la recesión será pasajera
El Banco Mundial dice que la economía global caerá más de 5% este año, “el mayor desplome desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”. Y anuncia también que la caída del Perú será de 12%. No es una novedad para los peruanos. Hemos pasado por esto antes, salimos de ello y acá estamos todavía.
En el verano de 1983, El Niño causó una caída similar a esta, de 12%. La economía peruana era más pequeña entonces, pero eso es una ventaja hoy y no lo contrario. Recuperamos la mitad de la caída el año siguiente, y el subsiguiente estábamos de regreso. Así ocurrirá nuevamente ahora. Hasta el Banco Mundial lo sabe. Habla de una recuperación de 7% en el 2021. Apostaría a que será mayor que eso.
La razón es de sentido común. En 1983 –como en los Niños posteriores– hubo destrucción física del aparato productivo en el Norte (incluso la reconstrucción “con cambios” del último Niño sigue pendiente en parte). Hoy no está destruido el aparato productivo. Las tierras no están inundadas, las fábricas no está arrasadas, las minas ni siquiera se detuvieron. Todo está simplemente parado, como congelado en el tiempo. Lo que ocurre hoy es que el aparato productivo peruano está desarmado, no destruido. Rearmarlo tomará por definición menos tiempo y recursos que reconstruirlo.
La demanda vendrá de Asia, que se está recuperando rápido. La economía de China no solo no caerá esta año, sino que crecerá. El Banco Mundial lo sabe. Crecerá 1%. La Sierra del Perú –desde Puno hasta Cajamarca– afortunadamente ha permanecido ajena a la pandemia y está lista –lo ha estado siempre– para que el Perú comience esta vez desde allá la reactivación de su economía.
Lo que hace falta es un programa de empleo masivo como el que puso en marcha Franklin Roosevelt en EE.UU. en la década de los treinta, que sacó a ese país de la depresión e inspiró a Keynes las recetas económicas que hasta hoy, con poca justicia, llevan solo su nombre. (Dicho sea de paso, cuando Roosevelt conoció a Keynes comentó luego, con ironía, que el inglés le había parecido “un profesor de Economía”, aludiendo a que no era precisamente un hombre de acción). Un programa masivo de empleo para sembrar agua dentro de la Cordillera de los Andes cambiaría la economía del Perú para todo el siglo XXI.
Pero todo esto no lo sabe el Banco Mundial, que no conoce tan bien al Perú. Y tampoco tienen cómo saberlo los peruanos que no lo han vivido. Tendrían la obligación de conocerlo los economistas –los peruanos al menos– si tuvieran interés por la historia económica de su país. Pero la historia en general brilla por su ausencia en la enorme mayoría de ellos.
Para los peruanos que no hemos nacido ayer, en cambio, resulta ridículo el espectáculo de estas Casandras de mal humor compitiendo sobre cuál de ellas pinta un cuadro más histérico. No les haré el favor siquiera de explicar quién es Casandra. Que lo busquen en Wikipedia. No sirve de nada tomarlos en serio. En general, haríamos bien en no prestar atención nunca más a los tontos. No tenemos tiempo para niñerías.
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