Ricardo Escudero
Cartucho de dinamita
Sobre la nueva ofensiva de la izquierda extremista
Hace muchos años estudiaba en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y pensaba que el mundo era cosa de locos. Las paredes –absolutamente todas- estaban pintarrajeadas con frases de Mao, Lenin, Marx, Engels y Enver Hoxha hasta que después se añadieron las del criminal Guzmán.
No importaba dónde, hasta los baños eran centros de propaganda comunista y se leía entre otras tonterías “si el problema es el poder, el poder nace del fusil”.
San Marcos, como centro de ideas y liderazgos estaba siendo capturado para fines radicales y en esa tarea sucia peleaban dos grupos minúsculos donde el uso de la agresión, la amenaza y una constante hostilización hacían temer a los estudiantes cualquier participación en actividades gremiales de la universidad.
Nadie quería meterse con ellos, que habían logrado controlar el comedor, la vivienda estudiantil y hasta los periódicos murales de todas las facultades.
Me sentía en Corea del Norte o Cuba.
Eso es similar a lo que ocurre hoy en nuestro país: dos grupos minúsculos –el gobierno y sus aliados temporales- se han peleado desde el inicio por la “la gran transformación” y, en ese camino, se apartaron primero los comunistas vestidos de rosa y luego de los comodones con apetitos de llegar al Congreso. Estos dos grupitos no han escatimado esfuerzos, alianzas y traiciones para promover opciones electorales de cualquier especie, siempre y cuando fueran una garantía de impunidad para el actual gobierno.
Durante los últimos cinco años han ido sembrando en pueblos y comunidades un lenguaje de odio, palabras explosivas contra cualquier recuerdo de mejores épocas.
Los rostros encolerizados y las miradas de rechazo, las palabras hirientes, los muros pintarrajeados de violencia que no necesita ser subversiva para sentirla explotar, eso es lo que han hecho estas gentes desde el poder. Y vaya que han cosechado algo para ellos, pero mucho en contra del Perú.
El odio en política es un arma incontrolable, despierta lentamente iras y produce enfrentamientos de gran riesgo. Para esos momentos, la izquierda está particularmente entrenada en fabricar víctimas y en provocar acciones contra la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas inclusive.
Este gobierno que culmina su periodo en medio de la frágil democracia que tenemos que proteger, abrió la oportunidad para que renazca la izquierda, pero sobre nuevos discursos de Chávez, Maduro y Fidel. Unos discursos que no se conocían en mi pasada época universitaria.
Una izquierda sin perspectivas, incompetente, y llena de odios que alientan más odios. Eso es lo que vemos ensuciando la Plaza San Martín, el centro de Lima y en algunas ocasiones las calles de ciudades donde previamente han movilizado a militantes intolerantes gracias al dinero y los recursos con que cuentan.
Los izquierdistas que gritan que las paredes son del pueblo y las ensucian con palabras llenas de violencia han logrado estar en algunos medios pero jamás en el espíritu de la opinión pública. Por eso, descubiertos en su forma de intentar destruir un proceso electoral, buscan crear escenas de victimización, fabrican discursos resentidos y levantan puños delicados, que no son los de los trabajadores, campesinos, maestros, estudiantes o empresarios que representan a la mayoría en defensa de la continuidad democrática del Perú.
Están advertidos.
Por: Ricardo Escudero
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