Martin Santivañez
Carta abierta al Papa Francisco
A propósito de su actual visita al Perú
Santidad:
Latinoamérica no se comprende sin el cristianismo. Latinoamérica no existiría sin el cristianismo. La fe católica construyó el continente americano. Desde México hasta Tierra del Fuego, la Iglesia ha contribuido de manera decisiva a formar una síntesis viviente de culturas que se plasma en todas las ramificaciones materiales de la vida latina. Sin el cristianismo no seríamos lo que somos: el continente mestizo por excelencia, la patria de todas las sangres.
Los peruanos saludan con alegría la presencia del Santo Padre, el “dulce Cristo en la tierra”, como gustaba repetir Santa Catalina de Siena. Este es un país mayoritariamente católico y decididamente cristiano. Por eso, el sucesor de Pedro, cualquiera que este sea, despierta el cariño y la esperanza de millones de peruanos. Más aún cuando se trata de un hermano latinoamericano, que conoce los problemas que azotan a las sociedades latinas. Cientos de miles toman las calles para manifestar su amor por el Papa, demostrando a nuestros compatriotas y a todo el mundo que la calle es nuestra. Las calles del Perú son de la Iglesia.
Un sacerdote formado en la realidad latinoamericana tiene mucho que aportar a la Iglesia. Y así lo ha hecho usted, Santidad, al recordar a los cristianos que si queremos cambiar el mundo tenemos que “oler a oveja”.
Los abismos sociales han creado un resentimiento cainita, que en algunos lugares ha tomado forma política, enfrentándonos unos a otros con la esterilidad indefendible de la violencia. Algunas ideologías disolventes echan leña al fuego de la polarización. Usted que viene del sur tiene que confirmarnos en la fe conduciéndonos por las turbulentas aguas de un relativismo evanescente que nos empuja a construir un mundo etsi Deus non daretur, como si Dios no existiese. Usted, Santo Padre, mucho puede hacer por la unidad de los cristianos.
Santidad, usted es el Papa de la humildad, de la pobreza y de la nueva evangelización. La Iglesia latinoamericana, que tanto ha hecho por la solidaridad, hoy entrega al hijo de sus entrañas para que recuerde al mundo el mensaje del evangelio: los cristianos del tercer milenio no podemos permanecer indiferentes ante los olvidados, ante los proscritos y despreciados. Los cristianos no deben distraerse por la levedad y la atonía de un mundo neopagano. Encender todos los caminos de la tierra con el fuego del cristianismo es el gran reto de nuestro tiempo.
Para eso la Iglesia debe ser valiente y clara, como su fundador. La Iglesia debe mantener el depósito de la fe predicando con caridad y esperanza. Latinoamérica tiene mucho que ofrecer a la humanidad; por ahora, un gran Papa. Latinoamérica no es el extremo occidente. Más bien, por su capacidad para aquilatar la herencia espiritual del cristianismo, Latinoamérica es el arca de la civilización occidental, la esperanza de la Iglesia. El Papa que viene del sur, el Papa del continente mestizo, no está solo en los mares de la historia mientras pilota la barca de Pedro. Francisco debe saber que sus hijos latinos, que la mayor parte de los peruanos, orgullosos de su pastor, navegan junto a él.
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