Carlos Adrianzén

¿Caerá Maduro?

Depende del manejo económico de la dictadura

¿Caerá Maduro?
Carlos Adrianzén
01 de abril del 2019

 

Por décadas los escritos sobre asuntos políticos e históricos han sufrido un costoso sesgo: su débil énfasis en ponderar las influencias económicas relevantes. Sí, estimado lector, la supervivencia o la caída de un régimen genocida tiene influencias económicas determinantes. Y es que sin recursos económicos abundantes —como las exuberantes rentas petroleras venezolanas— resulta muy difícil ser demagógicamente popular, tener masas de receptores de subsidios y además financiar mecanismos represores efectivos a nivel nacional, así como tener costosas amistades o puentes aéreos de naciones dizque ideológicamente “amigas”.

Aquí no solo nos referimos a socios militares —nótese que no hablamos necesariamente de mercenarios o proveedores fantasma de equipos militares— de cierto prestigio militar como Cuba, la Federación Rusa o la República Popular China (las facturas mayores), sino a posiciones penosamente tolerantes en cancillerías de la región (las facturas menores y hasta personales). Así, si usted está realmente interesado en sopesar cuándo podría darse el retorno de la democracia —y el final de la diáspora y el genocidio de hermanos venezolanos— debería enfocar la foto actual de la economía venezolana: de dónde se extraen los recursos que mantienen a la aludida dictadura narcomilitar.

Sobre la nación llanera hoy podemos escribir muchas cosas. Indudablemente, la primera de ellas implica reconocer que Venezuela configura una plaza emblemática en Latinoamérica por diversas razones culturales, geográficas, históricas y —últimamente— electorales.

Bajo la administración de Chávez y Maduro se financiaron los desenlaces de muchas campañas electorales en la región (como las de Ollanta Humala) y hasta el mantenimiento parcial de ciertos regímenes con movimiento de naciones (del Alba) incluidas.

Trascendiendo este plano y enfocando a Venezuela como economía en términos de desarrollo económico, la historia económica de Venezuela en las últimas siete décadas grafica nítidamente lo sobreestimado del rol de los recursos naturales. A pesar del enorme volumen de recursos recibidos, como rentas petroleras, Venezuela se ha hundido económicamente y empobrecido en forma persistente y hasta notable. De estar ubicada entre las naciones cercanas al desarrollo económico, a inicios de los años sesenta, y tener un producto por persona cercano al 70% de un norteamericano, hoy —en medio de una crisis humanitaria casi africana— tendría un índice menor al peruano y grosso modo equivalente a un décimo del de un gringo.

Dada la enorme escala de la diáspora de venezolanos por todo el planeta, y que las estadísticas oficiales recientes resultan poco creíbles, los estimados privados sugieren cuatro años de contracción del PBI a ritmos mayores al 10%, consecutivamente. De proyectarse este ritmo y acercarse a un 5% del PBI norteamericano, en un par de años más —ceteris paribus— resulta previsible que el régimen no podrá financiar ya ni su popularidad en sectores receptores de subsidios. Tampoco podrá financiar ni la fidelidad del ejército venezolano y de los paramilitares, y mucho menos podrá seguir comprando el apoyo de sus naciones soporte, fuera y dentro de Sudamérica.

Hoy el grueso del pueblo y ejército venezolanos ya no le cree ni a Maduro ni a Cabello. Habrían interiorizado —dentro y fuera— que vivir con todo regalado por el Gobierno —es decir, aceptar más confort por menos libertad económica— fue una mala idea. También que el populismo, acompañado de práctica mercantilista-socialista, dibuja el camino seguro a la debacle y al totalitarismo.

Pero no se equivoque, estimado lector. Un salto en los precios del crudo y algún afán de orden en el manejo económico de esta dictadura genocida pueden alargar esta agonía y postergar la caída de Maduro por un lapso indeterminado. Mientras Maduro y los cubanos en el Gobierno tengan los dólares necesarios para cubrir sus facturas internas y las que les pagan sus depredadores externos (con préstamos a tasas superiores al 20%), a muy pocos les importará la valentía, la diáspora y el sacrificio de los millones de venezolanos en los próximos meses. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo continuará registrándoles un muy alto Índice de Desarrollo Humano, a pesar de la crisis humanitaria.

Si por el contrario, la debacle económica se profundiza más aceleradamente (de lo que sugiere una proyección lineal de las tendencias 2014-2018) y el régimen se cae antes, no nos olvidemos que es mucho más fácil caer que recuperarse y crecer sostenidamente. La magnitud de los ajustes requeridos (quebrando la corrupta y estatista institucionalidad chavista) hará que los receptores de subsidios locales extrañen a Maduro, pero solo por unos meses. El reto implicará décadas de esfuerzo, determinación y ambición. Existe, por supuesto, la opción de recaer al estilo sudamericano.

¿Y Cuba? La caída de Venezuela arrastrará a Cuba, que rápidamente reculará hacia Miami; tanto el gobierno como sus conspicuos líderes, los previsibles nuevos vecinos de Julio Iglesias. Se incluye en este recule la presentación de los shows contestatarios de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en algún bar de Florida.

 

Carlos Adrianzén
01 de abril del 2019

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