Manuel Erausquin

Buen viaje Mr. Keating

Buen viaje Mr. Keating
Manuel Erausquin
13 de agosto del 2014

Reflexiones desde la nostalgia sobre Robin Williams y su gran personaje

Mister Keating había lanzado su comentario con la esperanza que los espíritus de sus alumnos despertaran y empezaran a crecer como personas dueñas de su destino: “Todos necesitamos ser aceptados, pero deben entender que sus convicciones son suyas, les pertenecen (...) aunque toda la manada diga: ¡no está bien! Robert Frost dijo: Dos caminos divergen en un bosque, y yo tomé el menos transitado de los dos, y aquello fue lo que cambió todo. Quiero que encuentren su propio camino.” Al terminar esos muchachos quedaron mudos: sabían que un mundo nuevo se mostraba frente a ellos. Solo les quedaba tiempo para soñar y aprovechar las horas del día para hallar su propia voz en esta vida.

Así empujaba este personaje a sus discípulos a enfrentar el reto de vivir, con intensidad y valentía. Robin Williams personificó a este profesor humanista llamado John Keating en la película La sociedad de los poetas muertos (1989), dirigida por Peter Weir. Fue la primera vez que vi a este actor y el impacto fue inmediato. Pensaba que así deberían ser todos los profesores, que impartir clases no debía ser solo proveer a los jóvenes de meras herramientas instructivas. Que la búsqueda de los sueños no era algo retórico, era una necesidad ineludible para ser alguien.

Después me di con la realidad en la cara y aprendí que Mister Keating no se encontraba en todas partes, que mucha gente que veía y tenía responsabilidades de liderazgo se encontraba cansada y agobiada con sus vidas. Que ser libre y feliz no era parte de su agenda. Entonces, traté de ver en otros lados y hallé en varios libros la libertad, me di cuenta que era posible y que los sueños no eran mariconadas. Eran la única forma de poder proyectarse hacia un destino.

Todo eso me transmitió aquel personaje interpretado por Robin Williams, que logró interpelar mi visión de adolescente y darle un margen más ambicioso a mi manera de ver el mundo. Una lástima que este actor hoy no esté, que una depresión crónica lo haya atormentado y al final doblegado. Nadie sabe lo de nadie y a partir de ahí hay que ser prudentes. Recuerdo sus películas, entre las dramáticas, las de suspenso y las comedias. Sin embargo, La sociedad de los poetas muertos merece un aparte en su recorrido filmográfico. No escribo con la mirada de un crítico de cine, que no lo soy. Escribo desde la nostalgia de una época donde uno comenzaba a crecer y también a creer. A creer en uno mismo, a creer en los buenos amigos y a creer en un futuro. Un futuro construido por nuestros errores y aciertos, pero que estuviera cimentado por nuestro coraje.

Ahora, al terminar de escribir estas líneas, vuelvo a ver el rostro de ese maestro de película. Veo a su vez a ese actor, lúcido y versátil. Carismático y conmovedor. Y escucho las sabias palabras de uno de sus mejores personajes: "Es una batalla, una guerra, y las bajas pueden ser sus corazones y sus almas. Carpe Diem, aprovechen el día muchachos. Hagan de sus vidas algo extraordinario". Se agradece Mister Keating. Se agradece Robin Williams.

Por Manuel Eráusquin

Manuel Erausquin
13 de agosto del 2014

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