Walter Puelles
Beca 18: desafío para universidad estatal
Sobre el derecho de los jóvenes a elegir la mejor universidad
La idea de que la sociedad debe garantizar a cada niño el acceso a la educación es poco discutida. La mayoría celebra este hecho. Sin embargo, este festivo espaldarazo ha servido para imponer, sin mayor cuestionamiento, ideas de menor rango, entre ellas, la que considera que para ejecutar tal mandato, el estado debe, necesariamente, organizar una industria educativa estatal.
De esta manera, favorecer la educación ha implicado necesariamente que el estado construya colegios y universidades, mantenga planillas, negocie con sindicatos, etc. Y así, la industria estatal se ha expandido sin mayor cuestionamiento, pues toda crítica a su vigencia siempre fue aplacada por los grupos de interés, acusada de atentar contra la “gratuidad” de la enseñanza.
Pero este sistema ha convertido el “derecho” a la educación en una condena a recibir lo que el estado ofrece, como quien dice “a caballo regalado no se le mira diente”. Esto ha sido nefasto, principalmente para los más pobres, que sin posibilidad alguna de costear una instrucción privada, han tenido que conformarse con la instrucción que las organizaciones estatales le entregan.
Sin embargo, desde el siglo pasado, muchos economistas, entre ellos, Milton Friedman, Premio Nobel de Economía en 1976, han venido cuestionando esta idea, concluyendo que la participación estatal es totalmente prescindible. Es posible garantizar la instrucción pública universal sin organizar una industria educativa estatal y únicamente transfiriendo a quien necesite los recursos económicos requeridos.
Friedman popularizó la propuesta de los vouchers, es decir, becas que financian con dinero público la educación de un estudiante en la institución de su preferencia. Esto implicaba romper con el monopolio que la industria estatal tenía sobre el manejo de los fondos públicos, pues ahora, cualquier organización privada que satisficiera las expectativas del estudiante podría acceder dichos recursos.
En el Perú, esta propuesta fue ignorada hasta el gobierno de Ollanta Humala, quien impulsó el programa Beca 18. Este programa permite a los jóvenes seguir estudios superiores en organizaciones privadas de su preferencia. Dicho programa abre el abanico de oportunidades, libera al pobre de su condena, y premia a las organizaciones privadas que cubren las expectativas de la gente.
Independientemente de los logros globales que el gobierno de Humala alcance al finalizar su mandato, Beca 18 ha puesto fin al monopolio que la industria estatal tenía sobre el dinero público. Claro está que los alcances del Programa son limitados, y que su impacto sería mucho mayor si todo el presupuesto público educativo destinado a financiar la instrucción superior pasara a dicho programa.
Entonces las universidades estatales tendrían que competir por los recursos que antes tenían seguros. Actualmente, las universidades estatales no tienen mayor incentivo para competir pues su función no es evaluada por la libre elección del consumidor. En cambio, bajo un sistema donde el estudiante elija, únicamente aquellas que gocen de la preferencia de la gente permanecerán con vida.
Un mundo ideal es aquel donde cada quien se educa con sus propios fondos, sin participación alguna del estado. Pero mientras que el mundo ideal llega, bueno sería que el dinero público vaya a las universidades que mejor hacen las cosas. Gracias a su autonomía, las universidades estatales podrían competir con cualquier universidad para conseguir el dinero que antes fácilmente recibían.
Por Walter Puelles
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