Tino Santander

Andahuaylas: ¡Que se vayan todos!

Andahuaylas: ¡Que se vayan todos!
Tino Santander
13 de diciembre del 2016

Crece la resistencia a la hegemonía capitalina 

Andahuaylas está en la zona noroccidental de la región Apurímac. Tiene una población de 70,000 habitantes aproximadamente y se encuentra ubicada a 2,900 m.s.n.m. El 72% de sus pobladores vive en la extrema pobreza y el 38% de la población infantil sufre desnutrición crónica. El 80% de la población económicamente activa trabaja en la agricultura y su producto bandera es la papa nativa. Andahuaylas es ejemplo de ese país que la elite dirigente no ve ni comprende. Es invisible para los políticos, empresarios, periodistas e intelectuales de Lima, quienes permanecen concentrados en sus propias confrontaciones y disputas. Andahuaylas es la tierra donde nació nuestro ilustre escritor José María Arguedas. En este lugar se celebra el colorido carnaval de Pukllay, que significa “juega”, en el que los campesinos ataviados con sus trajes y máscaras representan la tierra, el trabajo, el florecimiento de los cultivos y el agua. Es una fiesta de danza, música, alegría y color, en la que las diferentes expresiones carnavalescas de todo el Perú se juntan para formar una verdadera nación de todas las sangres.

Andahuaylas es también cuna de grandes conflictos sociales, como el levantamiento de toda la provincia el año 2015 contra la empresa regional Electro Sur, por el deficiente servicio a la comunidad de esa corporación. La violenta protesta duró una semana y se produjeron numerosas muertes y heridos por el abuso de las autoridades. El hecho pasó inadvertido en Lima, donde los políticos siguen mirándose el ombligo. Nemesio Quispe, dirigente campesino, me dice: “Cuando el Antauro tomó el pueblo, en el 2005, todos estábamos dispuestos a seguirle hasta Lima y sacar a Toledo y cambiar el Perú”.

Gilberto Chihuantito, también dirigente campesino, expresa su indignación: “Ya estamos hartos de estos políticos corruptos, todos los que son alcaldes y regionales roban. Se han contagiado de los políticos de Lima”. Carlos Tisoc, dirigente de la provincia de La Convención en el Cusco, declara: ”si no renegocian el contrato del gas para los cusqueños y los convencianos no tenemos presupuestos para la carretera (Echaratte-San Francisco), el agua potable, el hospital y los colegios. Bloquearemos todas las carreteras que van a Camisea”.

El talante insurgente de la última movilización popular de los andahuaylinos, en la que los manifestantes secuestraron al ministro de Agricultura y al contralor, anuncia lo que podría suceder en el sur andino; mientras en la capital se enfrenta el presidente Kuczynski con Keiko Fujimori, para definir quién tiene el poder. Evaristo Quispe, dirigente de la Federación Campesina de Ayacucho y miembro de la mesa de concertación de la lucha contra la pobreza, dice: “PPK y todos los políticos son iguales. Algo tenemos que hacer para sacarlos a todos y tener un Perú nuestro”.

Debido a que todos los partidos políticos fracasaron como sus representantes, los pueblos crearon diversas organizaciones sociales como los frentes de defensa, las federaciones campesinas, las organizaciones de los nativos amazónicos y otros mecanismos de representación divorciados de las élites dirigentes formales. Negocian directamente —sin la intermediación de terceros— con el Estado y defienden sus intereses frente a los inversionistas y las empresas que explotan recursos naturales en sus tierras. Esta estrategia de sobrevivencia y de afirmación local ha dividido el poder en el Perú y no sabemos quién manda, como afirma Hernando de Soto. Es evidente, la mayoría del país no obedece y desconfía del poder concentrado en Lima.

La infructuosa confrontación en la que se encuentra enfrascada la clase política limeña —entre el Congreso y el Poder Ejecutivo— poco importa a la mayoría de las provincias y a los sectores populares urbanos, pues la perciben como un enfrentamiento entre políticos que no les trae beneficio. En esta circunstancia emerge un espíritu resistente y rebelde en miles de provincianos, sobre todo en el sur andino, que se moviliza contra la elite instalada en Lima, a la que siente lejana y corrompida. Cada vez con mayor vehemencia crece la resistencia vis a vis de la hegemonía capitalina y criolla. En Andahuaylas ya comenzaron las pintas en las paredes: "¡Que se vayan todos!" Ese mismo grito de lucha e indignación del sur andino surgió en otros países frente al desaliento y la frustración por la incapacidad de los gobiernos. El Perú va por el mismo camino.

Por Tino Santander Joo

Tino Santander
13 de diciembre del 2016

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