Jorge Morelli
Ambos sacaron de su cueva a la bestia de la inflación
El gobierno de Perú Libre y la oposición
Desde que Fujimori encerró a la bestia de la inflación en su cueva y puso candados constitucionales a su encierro, los peruanos menores de 40 años –es decir, la mayoría– no han conocido ese monstruo. Ahora está fuera de control, ahora lo están experimentando.
Desde la primera vacancia de la Presidencia, en 2017, la izquierda está en el Gobierno, no en el poder. Y hoy la fiebre de la inflación es el síntoma de la desestabilización del país. La indignación de los peruanos hoy en las calles de Huancayo y de Lima, y en los bloqueos de carreteras en todo el territorio, es la protesta contra la fiera de la inflación, que luego de 30 años vuelve a atormentar al pueblo, que expresa su furia haciendo responsable a quien está en el gobierno de haber soltado a la bestia de su cueva.
Sin duda la izquierda en el gobierno desde 2018 es responsable, por no haber sabido o querido prever que la marea de bonos y subsidios para paliar –apenas– el daño de la pandemia traería de vuelta una ola inflacionaria que era previsible y que no quiso ver.
También la oposición tiene gran responsabilidad en todo esto, ocupada irresponsable y ciegamente en el frívolo juego político de la vacancia de la Presidencia y la disolución del Congreso. Esta es también la obra de una oposición que creía obedecer principios. Hasta hoy, no tiene otro plan que volver a intentar vacar la Presidencia, tras dos intentos fallidos, con el objeto de llevar a Palacio al presidente del Congreso para ir a elecciones nuevamente. Ni siquiera advierte que no sabe para quién trabaja ya que, para cuando haya alistado su astuto plan, habrá otro presidente en el Congreso y no se sabe quién será. Ambos, la oposición y la izquierda en el gobierno, son responsables no solo de haber soltado a la inflación sino de haberle atado las manos del Perú hasta impedirle defenderse de ella.
Los falsos escrúpulos en política son de espectro limitado. Es lo que suele suceder con quienes nunca han tenido que salir de su zona de confort para conseguir algo que comer. La descalificación moral del adversario es su pobre arma. Se enfrentan a quienes no están limitados por las mismas barreras y pasan por encima de ellas sin advertirlas siquiera. Para un cuadro político profesional, esa arma no es más que una debilidad de carácter.
Por 20 años los jóvenes fueron llevados a luchar contra el enemigo equivocado. Se inventó una narrativa falsa para reescribir la historia en las universidades y colegios. Se creó un falso enemigo. Les hicieron repetir que la política es una cloaca. Les hicieron sentir vergüenza de su patria. Los sumieron en la hipocresía primero, y en el cinismo después, y los llevaron a creer que solo la ironía amarga tiene sentido, en la música en serie, en el teatro, en la gritería de la calle. Los llevaron a la fuga de la droga, el relámpago del instante. Y entre bambalinas, detrás de todo eso, había un plan fríamente tramado para la captura del poder. Un plan de tres etapas para 20 años: desmoralización, desestabilización, terror.
Las guerras se pierden por luchar contra el enemigo equivocado. Por fin estamos mirando la realidad tal cual es. Al fin nos vemos las caras, como el primer día.
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