Darío Enríquez
¡Acabemos de una vez con los amigotes del presidente!
Para ser nombrado ministro se debe haber ganado antes una curul
Ya habíamos tratado en una anterior entrega la necesidad de cambiar el sistema de elección de representantes en el Congreso, eliminando el nefasto voto preferencial y la elección de innombrables e iletrados llevados allí por efecto del arrastre que tienen otros candidatos o el candidato presidencial. Unos elegidos por 5,000 votos y otros por medio millón de votos no pueden ser pares entre sí. El sistema de distritos electorales uninominales permite homogeneizar la representatividad, eligiendo un representante y solo uno por cada distrito electoral. De este modo, los partidos deben esforzarse por colocar allí al mejor, bajo pena de arriesgar la pérdida de curul si no lo hacen. Se acaba el remate de número preferencial al mejor postor y se liquida la bolsa de anónimos elegidos por arrastre.
Ahora veamos el grave perjuicio que sufre el sistema democrático y su perversión en manos de poderes desequilibrados; específicamente el nombramiento de ministros sobre la base de pertenecer al círculo de amigotes del presidente o de los poderes ilegítimos que lo rodean. Debemos acabar con este procedimiento ominoso que coloca a la cabeza de ministerios a personajes cuya mayor virtud es ser amigos del presidente o “enchufados” al financiamiento de la campaña política.
El caso Kuntur Wasi viene de provocar la renuncia del ministro Vizcarra. Profesional competente, aunque políticamente poco experimentado y algo ingenuo, fue arrastrado por los tejes y manejes del poder ilegítimo que parasita el entorno presidencial. Este hecho nos muestra cómo diversas conexiones entre personajes encumbrados en el poder político aquí y allá, produce resultados funestos contra los intereses de los ciudadanos. No es posible que tengamos como cabeza del Poder Ejecutivo a alguien como Fernando Zavala, hasta un día antes presidente del directorio de uno de los grupos económicos más influyentes del País. Nadie votó por él. No tenemos que ser muy imaginativos para ver que hay por lo menos un panorama difuso de intereses, cuando no una injerencia enorme e ilegítima del poder económico en el manejo del Estado. El hecho de que la hermana de Fernando Zavala fuese la gerente general de Kuntur Wasi y que conocidos lobbistas muy cercanos al presidente PPK trabajaran defendiendo los intereses de Kuntur Wasi, validaría la hipótesis de un posible tráfico de influencias en las más altas esferas del poder político. Y explicaría la insistencia del gobierno en defender lo indefendible: un contrato totalmente lesivo para los intereses del Perú y sus ciudadanos.
No basta que los políticos se declaren unos a otros “honorables”, “íntegros” u “honestos”, en un festival de lisonjas circulares que nadie cree. Deben ser y parecer. El informe de la Contraloría es contundente. Hay responsabilidad penal en la firma del contrato para la construcción del Aeropuerto de Chinchero. Solo es uno entre muchos casos en los que el poder económico y mediático controla una parte de importantes decisiones del poder político. Debemos agregar que al menos otros cuatro ministros mantienen una cercanía alarmante e inaceptable con “poderes fácticos” que, por añadidura, en buena parte están cuestionados e implicados en los últimos sucesos de la megacorrupción del socialista Foro de Sao Paulo y el brazo financiero de Odebrecht, OAS, Camargo Correa, etc. Mientras esas cosas sigan sucediendo y dominando la escena política, nuestra frágil democracia no tendrá futuro y el riesgo de una regresión afectará el potencial de crecimiento y consolidación de nuestra ruta hacia el desarrollo.
Para reducir y controlar la tóxica cercanía del poder económico y mediático en el manejo de los asuntos del Estado, debemos aprovechar la reforma electoral para hacer algo al respecto. Al menos debemos establecer filtros de soberanía popular, que sea el pueblo el que refrende y dé soporte a las decisiones del Ejecutivo. Los ministros que nombre el presidente deben haber sido previamente elegidos congresistas en su respectivo distrito electoral uninominal. Esto generará un elemento de autocontrol positivo en los partidos, que buscarán postular candidatos “ministeriables”. El nivel del Congreso tendrá un importante impulso a favor.
Si el presidente deseara nombrar ministro a alguien que no es congresista, pues se convoca a elecciones solo en el distrito electoral uninominal que corresponda; y si el pueblo lo consiente, será ministro. Si el pueblo lo rechaza, a buscar otro candidato. Aunque el riesgo de manipulación e influencia mediática siempre estará presente, en un distrito uninominal el efecto del vicio mediático y la acción nociva de los “poderes fácticos” tiende a reducirse. Nada de amigotes ni de personajes que no hayan pasado previamente el filtro de la soberanía popular. Se establecería entonces un proceso virtuoso que fortalecería la confianza en las instituciones democráticas, al menos en lo que respecta la elección de sus más altas autoridades políticas.
Darío Enríquez
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