Heriberto Bustos
Abriendo la mente
A las soluciones requeridas por el Perú
Dos pensamientos o afirmaciones de Albert Einstein, han de servirnos de referente para que haciendo un poco de esfuerzo podamos, más que entender, asumir actitudes positivas en una coyuntura nacional, donde la serenidad y sobre todo la imaginación exige visionar un futuro de armonía y bienestar colectivo estimulando la creatividad. En primer lugar, nos referiremos a su aseveración de que “la mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original”. Una afirmación que exhorta a romper con esquemas mentales que utilizamos de manera mecánica e intermitente y con una envidiable “habilidad clonadora”, frenando sin darnos cuenta nuestro propio razonamiento al aferrarnos al pasado.
En segundo término, otro enunciado estrechamente relacionado con el anterior: “Es una locura hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Ambos postulados, insinúan la importancia y necesidad de superar o dejar de lado dogmatismos y fundamentalismos que gobiernan nuestra mente, comprendiendo que al ser parte de un colectivo, nuestra individualidad no “regenta” al resto, pues no somos los únicos prototipos con capacidad de descifrar mejor la realidad y sus necesidades.
Mientras nos vamos hundiendo con el barco averiado por nuestras propias irresponsabilidades, muchos siguen pensando que hoy el país está dividido por la disputa ideológica entre la derecha e izquierda. Son opiniones que encajan justamente en un pensamiento obtuso que interpreta el desarrollo social desde un punto de vista fijo, cerrado y congelado. Aun ubicándonos de manera forzada en ese escenario, encontraremos que hay derechas dictatoriales, moderadas, democráticas; y también izquierdas extremistas, totalitarias, democráticas. Por tanto, las miradas que los ciudadanos adoptan son diferentes. De allí que constituye un error y una muestra de debilidad ideológica-personal cerrarse en una “capilla” considerando ser dueños de la verdad, cuando bien podemos construir una “iglesia” en torno a la unidad sobre temas y puntos centrales que inciden en el fortalecimiento democrático y el progreso del país.
Acaso no resulta cierto que las movilizaciones realizadas por sectores democráticos frente a la intención de imponer abruptamente propuestas ideológicas por el partido de gobierno, articulado al absurdo copamiento con personas encargadas de ejecutarlas, viene “frenando” intencionalidades totalitarias. Allí está la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores presionada por la Marina, las “promesas” de revisar nombramientos por parte del propio presidente, junto a la convocatoria a profesionales no partidarizados, lo que constituye iniciales victorias que deberían irse asentando.
El país es de todos quienes habitamos en él, no de un grupo político con el que la mayoría de ciudadanos está en desacuerdo. Y quien dice tener interés en su desarrollo, así como en mejorar las condiciones de vida de los peruanos, debería proceder a un cambio de mentalidad, asumiendo que el pensamiento de Marx corresponde a épocas ya pasadas. El leninismo y maoísmo constituyeron la aplicación del marxismo a realidades distintas a la nuestra, y los cambios actuales fuerzan a nuevos pensamientos e inteligentes salidas.
Si desea mantenerse en la línea del marxismo, recoja de Mariátegui la afirmación “ni calco, ni copia, sino creación heroica”. Las condiciones que vivimos ponen sobre la mesa la urgencia de cuestionar y modificar muchas de nuestras convicciones, superando patrones establecidos. Se trata de reaprender –vale decir, actualizarnos– lo cual conlleva cambios que ocurrirán si abrimos nuestra mente a las soluciones requeridas por el Perú.
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