Raúl Mendoza Cánepa
A todo esto, ¿y el profesor?
Sobre la reforma de la Sunedu
El proyecto de ley que modifica la composición de la Sunedu no es una vuelta a la Asamblea Nacional de Rectores, es quitar el cariz político, dar pluralidad al sistema de gobierno y devolver la autonomía a las universidades. Tampoco es cierto que afecte la exigencia de estándares mínimos de calidad. Se restablece el Sineace, que deberá aplicar el mayor rigor, y debemos “ser vigilantes” (intuyo su mohín, pero aquí nos referimos a otra cosa). Quien diga hoy que se afecta la calidad educativa tendrá sus propias razones y sería bueno que las exponga, pero en su totalidad y sin guardarse nada. Por cierto, Pedro Castillo, que la observará por táctica, es el menos indicado para intervenir en lo que no sabe y el menos legitimado a la vista de su tesis.
Los que tanto se quejan del proyecto de ley que acaba con la Sunedu no se indignan frente a la propuesta de una asamblea constituyente totalitaria, la Sunedu es más importante que el sistema político y hasta llaman a movilizarse ¿Por qué movilizarme si ellos no se movilizaron nunca contra el peligro del totalitarismo en el Perú? ¿Por qué si fueron ellos los que quisieron eliminar mis potestades como padre para que el Minedu adoctrine a mis hijos en su sexualidad y temas conexos?
Nadie quita que se exija estándares mínimos a las universidades. En todo caso los postulantes deberían saber el costo integral de la elección de una universidad específica para su futuro. Sin embargo, hay algunos problemas adyacentes. Me inquieta el del profesor, pues sé de varios que perdieron el empleo universitario por no correr a prisa con su posgrado o con su tesis, como sí lo logró el afortunado Castillo. Sabemos, además, que al estudiante se le esquilma y al profesor se le paga mal, pero ahora se le exige una maestría. Una maestría, por cierto, no solo cuesta un ojo de la cara o es inaccesible para quien no puede, tampoco asegura calidad de cátedra.
De hecho, hay bachilleres y licenciados bien nutridos de conocimientos como muchos de los astros que me enseñaron, pero sus símiles de hoy están vetados para la enseñanza porque no han concluido su tesis de magister para lograr su resolución. La cultura del cartón sirvió para crear una jerarquía excluyente en la academia. Para lo que sirve una tesis de maestría es para acceder a la enseñanza universitaria y ganar poco desde un claustro; o como para el posgraduado Castillo, subirse el sueldo en una escuela de Chota, montarse a un sindicato y no a una universidad, y darse el tiempo para hacer política (¿?).
Un profesor universitario debe haber pagado varios miles para llegar a ser magíster, trabajar una tesis y luego pasarse el día enseñando en el claustro para sobrevivir. Los que lo hacen por unas horas, contratados, logran unos soles para el pago de la luz y el agua. La maestría no es una buena inversión para enseñar. Peor, la maestría no ha cambiado de pleno la calidad universitaria, tampoco el estatus, estabilidad e ingresos del profesor universitario como debería. He encontrado a algunos maestros taxeando para sostener la casa y la vocación.
La reforma universitaria no debe centrarse en quién gobierna el ente rector o cuánto dominan y castigan los estudiantes al ya zaherido profesor. El problema es más complejo y profundo de lo que se cree.
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